El sorpresivo descubrimiento de los restos momificados de Diego Portales han motivado una revalorización de su figura, central pero también discutible en la construcción del país. Una documentalista estuvo desde que se encontró la tumba en la Catedral de Santiago y comenzó a reconstruir una historia que es necesario desmitificar.
Por J.C. Ramírez Figueroa
En febrero de 2005 un grupo de obreros comenzaron a construir una nueva cripta, para enterrar a los arzobispos en la Catedral de Santiago. Estaban sorprendidos de los cuidados que la labor exigía: barrer, extraer piedritas, depositar cualquier cosa extraña en bolsas. Se iba excavando por capas, horizontalmente y con extremo cuidado. Desde su consagración en 1775, muchas cosas habían pasado en el país y no era descabellado poder encontrarse con una sorpresa. Cosa que efectivamente pasó.
La documentalista Paula Leonvendagar escuchó hablar de estos trabajos a su prima, la arqueóloga Pilar Rivas. “Me intereso de inmediato. Acá no se hace mucha arqueología urbana y ésta era una buena oportunidad”, dice. Precisamente el 8 de marzo de ese año, mientras grababa, vio como los especialistas que dirigían las excavaciones se agitaban y conversaban entre ellos. Habían dado con “algo” interesante: una estructura de cemento que evidenciaba tener algo dentro. Después de las instrucciones de seguridad (“Por favor con máscaras… que nadie toque nada”), abren lentamente la “tapa” y descubren dos tumbas, de distinto tamaño, posiblemente de fines del siglo XIX sin ninguna placa que indique a quienes pertenecen.
El ataud más grande estaba sellado. Tuvieron que sacarlo a un patio, por temor a los gases contaminantes. Los trabajadores -tensos y ordenados- se persignan. Comenzaron a abrirla con máquinas y destornilladores.
-¡Este es un obispo! -exclama una de las especialistas, indicando el “gorrito” y una bula (tradicional documento cilindrico sellado con plomo) con que fue enterrado.
De a poco van reparando en que la chaqueta es militar. Y uno con “un tratamiento especial para momificar”.
Y comienzan a discutir sobre la ropa, su “pelada”, la nariz, una fecha inscrita hasta que van cayendo en la cuenta que es el mismísimo Diego Portales (1793-1837)
Ahí la directora se dio cuenta que esto ya era un documental.
LA HISTORIA VUELVE A HABLAR
Portales: la última carta explora la Historia de Chile a partir de un personaje cristalizado en estatuas y ciertas nociones de “autoritarismo” o “construcción de Estado”. Verlo momificado, con su cabeza destrozada producto de su ejecución en el Motín de Quilliota, impacta.
“Es como si gracias a este cuerpo embalsamado la Historia de Chile volviera a hablar”, suguiere la directora del documental. Para ella, este descubrimiento remece a forma en que lo fuimos conociendo mediante los libros del colegio o la llamada “historia oficial”.
Y para demostrarlo pone a discutir a los historiadores Alfredo Jocelyn-Holt, Gabriel Salazar, Rafael Sagredo, Enrique Brahm, María Angélica Illanes y Carmen Fariña, además de los escritores Jorge Guzmán (“La ley del gallinero”) y Rafael Gumucio (“Los platos rotos”).
Entre todos van deconstruyendo el Portales mítico. Para unos, no fundó ninguna institucionalidad, para otros es un ejemplo de como lo dejó todo por la patria.
Pero también, a medida que avanza el documental, vamos descubriendo al hombre que además tenía intereses más mundanos.
LA FIESTA INTERMINABLE
Porque en “La última carta” se recuperan sus insólitos escritos que demuestran que no sólo tenía humor (notables son sus cartas explicando sus fracasos como comerciantes) sino su misoginia (“Vivir con mujeres es broma, sobre todo cuando son ¡intrigantes! Nuevo cambio de tierras, nuevas aventuras de amores, amigo” o “Prefiero las mujeres chilenas a las peruanas: son muy refinadas y falsas, muy ardientes y ambiciosas, muy celosas,desconfiadas y amaneradas”)
Mientras el resto de la elite santiaguina disfrutaba de las tertulias y, sobretodo, la orquestas filarmónicas, Portales era un vividor que fundó su propia “orquesta” de zamacuecas en los prostíbulos de la chimba. Y a garabato limpio. Como cuando en un arrebato -rescatado en una carta- les ofrece a los “hijos de puta” de sus enemigos cortarles los “cocos” y a las prostitutas de la aristocracia “sacarles la chucha”. O cuando dice que a la Constitución “hay que violarla” si el contexto lo amerita.
Pero también se nos revela como un hombre con extraordinaria intuición política “Parece algo confirmado que los EE.UU. reconocen la independencia americana. (…) ¡Cuidado con salir de una dominación para caer en otra! (…) Hay que desconfiar de esos señores que muy bien aprueban la obra de nuestros campeones de liberación, sin habernos ayudado en nada…”
EXPERIENCIA RELIGIOSA
Una escena reveladora es cuando el equipo médico están estudiando los restos de portales. Mientras uno presiona con el bisturí uno de los dedos -en perfecto estado- dice: “Es elástico… es como el charqui”. Todo esto, mientras discuten como se tapó la cara mientras le disparaban los amotinados de Quillota. “No hagamos bromas con un difunto ilustre”, le responde el otro. Y el primero contraataca: “Para algunos…Porque parece que no todos comparten lo mismo ¿no?”.
Y este espíritu humorístico contemporáneo no empaña en nada el respeto de los involucrados en torno a este descubrimiento. “Una de las cosas que más me llamó la atención fue como trabajaban los distintos especialistas. Era muy bonito ese respeto con que se tomaban el cuerpo de Portales. Era algo religioso”, piensa Leonvendagar.
Este trabajo munucioso -es tremendo ese pasaje donde intentan desenrollar un escrito y deben dejarlo a medias en una cámara especial para que no se deteriore la hoja- es enriquecido por las composiciones del músico Gepe y, sobretodo, el trabajo del colectivo “Solo por las niñas” quienes reconstruyeron su vida política usando los recursos de la animación y la novela gráfica. La directora explica que la idea no era volver a las viejas imágenes de las pinturas o los libros de historia, sino darle otra imagen a su carrera como político, ministro y fallido comerciante.
Si bien el interesante dialogo de los historiadores con su historia permite entender lo que vendría después, incluyendo las estructuras mentales autoritarias (él precisamente habla de la obediencia del pueblo debido “al peso de la noche”), el concepto democracia, Pinochet o el Chile Bicentenario. Pero también sorprende su caracter burlón y libertino. Un aspecto extra-político que siempre se ha obviado.
Como dice una de las voces en off, al principio del documental “No podemos seguir mintiendo este país a través de las historias oficiales. Hay ciertos mitos que hay que deconstruir para poder liberarnos”.
PORTALES: LA ÚLTIMA CARTA
Dirección: Paula Leonvendagar
Exhibición y estrenos: http://www.facebook.com/documentalportales