Aunque no se lo diga en público, la industria musical está mejor que nunca. Gracias a los conciertos en vivo, sólo en Estados Unidos quintuplicó sus ganancias comparadas con 1990. Al parecer la enfermedad -internet- terminó siendo el remedio. Aunque, claro, ahora las bandas y artistas deban trabajar realmente.
J.C. Ramírez Figueroa
Cuando Radiohead lanzó In Rainbows el 10 de octubre de 2007, diversos medios y analistas vaticinaron el fin de la industria musical. Aquel mastodonte corporativo que agrupaba estudios de grabación, managers, presupuestos para hoteles cinco estrellas y extensas campañas de promoción.
La idea de que el usuario pagara lo que quisiera para descargar el disco en mp3 fue calificada de “revolucionaria”. Sumado a la posibilidad de encargar, por un precio fijo, vinilo, postales y CDs. Supuestamente, pasaríamos a un nuevo estadio de independencia, intercambio digital y sin la malvada industria cultural vendiéndonos looks, rebeldía y disidencia para vender más ejemplares.
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