El naufragio de Los Tres (29 de octubre 2010, Emol)

Por J.C. Ramírez Figueroa (29 de octubre 2010, Emol)

coliumoComo auditores -y aficionados al rock- tenemos todo el derecho de medir a Los Tres con la vara de su discografía histórica. Álbumes como La espada & la pared (1995) o Fome (1997) escalaron cumbres artísticas inéditas para el rock nacional de la época. Por eso extraña que Hágalo usted mismo (2006), su disco-regreso haya sido un puñado de buenas canciones (“No es cierto”, “Agua bendita”, “Cerrar y abrir”) sobre una montaña de riffs y ripios. Es algo extraño, considerando que la banda hizo de la rigurosidad una marca de fábrica. Ahí tienen a Álvaro Henríquez y sus excelentes discos como solista y con Pettinellis. Este problema se repite con Coliumo -cuyo título alude a una zona costera devastada por el maremoto- aunque ahora con la excesiva suma de dieciséis canciones. Piezas construidas desde el “simulacro” más que desde la “aventura”. En efecto: tras su separación del año 2000, Los Tres comenzaron a ser recordados y simplificados en referencias como el jazz guachaca, el rockabilly, la cueca chora y el foxtrot chileno. Y cualquiera que haya escuchado sus discos sabrá que eso era una parte de sus recursos. Porque Los Tres podían hacer funk (“Dos en uno”), sonar a The Kinks (prácticamente todo el Fome), bolero (“Un amor violento”), rock latino (“El aval”) o al blues más asesino (“Amores incompletos”). Pero, y esto es lo importante, podían sonar como ellos mismos en temas-cumbre: “Me arrendé”, “La feria verdadera”, “Traje desastre”. Si un comercial de bancos parodiaba la estética siciliana-bohemia de Los Tres y el término guachaca se convirtió en turismo aventura, muchos temas de Coliumo suenan como si Los Tres se hubieran plegado a eso. “Shusha”, el primer single, es discreto y aunque recuerde a The Pretenders y la Nueva Ola por partes iguales, no logra despegar. También hay dos cuecas de Roberto Parra (“En el banquillo” y “En capilla”), rockabilly (“Cárcel, hospital y cementerio”), foxtrot (“Diabla”, de innegable parecido a “Pero qué hermosas eran” de Joaquín Sabina, pero sin el humor negro) y rock de odio (“El hocicón”). Es decir la “nube de tags” con que el público redujo a la banda. Incluso hay canciones que recuerdan a los mismísimos Bunkers: “Cielo oscuro” suena como un cover de “Nada nuevo bajo el sol”. ¿Podemos decir, entonces, que Coliumo es un retroceso en la carrera de Los Tres? Complicado, porque ocurre otro fenómeno con otras canciones: “Odio amarte así”, “Hoy me hice la mañana”, “Don José” y “Y para qué”. La primera es una balada tipo Nueva Ola que ni siquiera las agotadores paradojas líricas de Henríquez logra dañar. La segunda suena excepcionalmente sincera. “Don José”, también de Roberto Parra, reproduce tanto en música, arreglos y letra un gran personaje picaresco. Y la última es tan triste como hermosa. Sólo en esas canciones (y los instrumentales) la banda recupera la aventura y el riesgo. Y tal como sus obras-cumbres suenan a ellos mismos y no como un cover de Los Tres, que es la tónica del disco.

link 

Leave a Reply

Fill in your details below or click an icon to log in:

WordPress.com Logo

You are commenting using your WordPress.com account. Log Out /  Change )

Facebook photo

You are commenting using your Facebook account. Log Out /  Change )

Connecting to %s