“Allí no me ha ido, ni me irá bien. Prefiero este huracán que es la música”, declara el mexicano que trabaja en su próximo disco, junto a Marc Anthony, Vicentico y Verónica Castro. El 13 de diciembre vuelve a Chile, al Teatro Caupolicán.
Por J.C. Ramírez Figueroa
Por estos días Cristian Castro (1974, México DF) está ultimando detalles para la grabación de su nuevo disco grabado en Los Angeles, California. Un álbum acústico, sin título definido, donde se atreverá por primera vez con la salsa y a bachata. Con invitados como Marc Anthony, Vicentico y su mismísima madre, Verónica Castro.
Parte de eso, además de sus clásicos de siempre como “Azul”, “Lo mejor de mí” y “Lloran las rosas”, será parte del espectáculo con que vuelve el 13 de diciembre, al Teatro Caupolicán. Serán dos horas de show que incluirán un homenaje a José José y otro a Selena, además de “Todo en tu vida”, el tema que interpreta junto a Myriam Hernández. Las entradas cuestan entre 15 mil y 125 mil pesos (Feriaticket).
“Chile siempre ha sido un país emocionante para mí. Un público que realmente sonríe, aplaude y disfruta mi show. Esos recuerdos quiero confirmar y ojalá que este nuevo disco me permita hacer camino para el Festival de Viña”, explica al teléfono desde México. “Fue ahí donde adquirí seguridad de mi vocación. Me di cuenta de que puedo funcionar como cantante y conectar con el público”.
Ahora entra en una nueva etapa. Casi sin proponérselo, Castro conquistó nuevos públicos con dos discos en homenaje a José José, “Viva el príncipe” (2010), y “Mi amigo el príncipe” (2011). “Nunca esperé que me fuera tan bien. En verdad, yo nunca espero nada. Gracias a Dios. Simplemente hago esto con una convicción sincera y a veces da buen resultado y otras no”, reconoce. El primer volumen se convirtió en disco de diamante en México y cuádruple platino en EE.UU.
“Ideal es que te permitan echar unas canitas al aire”
Invitar a cantar en el nuevo disco a su madre es, sin duda, un hito, considerando el mediático distanciamiento entre ambos que, según la prensa de su país, fue agravado el 2004 por su matrimonio -y posterior separación, cinco años después- con la argentina Valeria Liberman. Con ella tuvo dos hijos. Antes se había casado y divorciado de la paraguaya Gabriela Bó.
“Siempre se especula sobre la relación con mi madre”, reconoce. “Es cierto que las novias nos han alejado, pero la verdad es que ella es mi primera novia. Y se lo he dicho varias veces: «Mamá, eres la mi primera novia, no te molestes». Ahora todo está mucho mejor y está muy tranquila con eso”.
Porque a Castro, más que las mujeres, le importa el conquistar nuevos territorios musicales. “Siempre he tratado de transmitir lo que estoy sintiendo. Ese es mi trabajo: Buscar esos diamantes que hay en las canciones y entregárselos al público para que se vean reflejados allí”, reflexiona. Por eso se arriesga.
Le interesa sonar bien, épico, poderoso. Quizá por su inusual afición al rock. “No hay que olvidar que las mejores baladas vienen del rock”.
Castro comenta que Chile se está volviendo en una marca de calidad en su país. “Me gusta mucho Lucybell y soy amigo de Beto Cuevas”, dice.
“Me interesa que este disco sea fresco, que suene moderno, tanto en el show como en las grabaciones”, explica.
-¿Crees que los cantantes latinos se acomodan en su fama y son incapaces de renovar su repertorio?
-Exactamente. Lo que yo quiero es sorprender. La gente no está para escuchar una canción donde no le pasa nada. Yo quiero que sean memorables, que pueda mover ese inconsciente colectivo. Espero lograrlo con este disco.
-¿No te da vértigo que tus canciones sean tan famosas?
-Sé que he unido la vida de las personas en bodas, noviazgos, los nacimientos, cuando vuelven o se despiden. Por eso cuido la interpretación de las canciones porque sé que van a recordarles esos momentos siempre. El compromiso es enorme y hay que valorarlo. Eso nos está faltando mucho a los compañeros de ruta musicales.
-Es que el precio es demasiado alto parece…
– Pos, claro. Yo tengo una disciplina grande como cantante y he dejado lo que me gusta, como, por ejemplo, tomarme una cerveza y relajarme.
-¿Eso implica también la vida amorosa?
-Es que para mí una relación ideal es que te permitan echar unas “canitas al aire”. A mí no se me dan bien las formalidades como el matrimonio. Allí no me ha ido ni me irá bien. Prefiero estar metido en este huracán que es la música.
-¿Y hacia dónde quieres llegar?
-Hacia un optimismo. A mucha gente le gusta la densidad y lo intenso, pero ahora prefiero no cantarle al desamor. Hay miles de canciones sobre ese tema. Quiero más alegría. Y claro que quiero una relación, pero es importante que me entiendan y que sepan que uno es un poco mujeriego y loco también.
-¡Epa…!
-Es que viviendo así me pongo contento y me sale la sonrisa. Yo sé que las parejas quieren que les seas fiel, pero me encantaría que me dejaran disfrutar. La mujer chilena es cariñosa y linda. Tengo los mejores recuerdos de aquellas chicas con las que salí. Aunque yo era muy chiquillo en esa época. Ojalá pudiera volver a eso. En Viña siento que todo mejoró. ¿Quien sabe si vuelvo allá y hasta conozca a alguien, no?