Este jueves, la Academia Sueca anunció al flamante ganador. Censurado por una novela “erótica” en su país, su pluma es tan delirante como los mejores momentos del realismo mágico.
Por J.C. Ramírez Figueroa
El escritor chino Mo Yan ha ganado el Premio Nobel de Literatura 2012, dotado de 1.125.600 dólares. Así lo anunció este jueves, a las 8:00 horas (local), la Academia Sueca, que valoró “su realismo alucinatorio, que une el cuento, la historia y lo contemporáneo”, según el dictamen.
Y aunque estos últimos mantuvieron estricto secreto desde que se cerraron las postulaciones en enero de este año, ya se hablaba de que el premiado sería un estadounidense (Philip Roth y Bob Dylan eran los favoritos) o un asiático (el japonés Haruki Murakami lideraba las apuestas). En Chile, no perdíamos las esperanzas de que el ganador fuera Nicanor Parra.
A diferencia de Murakami, Mo Yan había entrado discretamente en las listas y especulaciones sobre el Nobel. Específicamente, por expresar en su vida y obra los valores humanos que los suecos esgrimen a los ganadores desde sus inicios en 1901, cuando fue premiado el francés Sully Prudhomme (“por su perfección artística y una rara combinación de las cualidades tanto del corazón como del intelecto”). Y así ha sido hasta el reconocimiento al poeta sueco Tomas Tranströmer, ganador de 2011 (“porque a través de sus imágenes densas y translúcidas nos permite el acceso a la realidad”).
Bajo esta lógica, Mo Yan se eleva como un autor perfecto para este premio: Disidente de un régimen dictatorial, con un pasado muy pobre y que fingió durante veinte años su mudez para eludir el severo control comunista chino.
“Mis recuerdos están plagados de fantasmas”
Nacido en Gaomi, una humilde localidad de la provincia costera de Shandong, en febrero de 1955, Mo Yan ha retratado la convulsionada historia de la China contemporánea. El mismo ha señalado que, inspirado en Tolstói, Faulkner y García Márquez, ha logrado dar con un lenguaje tan realista y descriptivo como satírico, con toques fantásticos y surrealistas.
“El realismo mágico activó mis experiencias acumuladas en el pasado. Había muchas similitudes entre la vida en mi pueblo y la de sus libros”, señaló en una entrevista.
“En mi pueblo no había luces por la noche, y, cuando abrías la ventana, podías ver las hogueras brillando en el campo en la oscuridad. Mis recuerdos de infancia están plagados de fantasmas. Mis abuelos me contaban también muchos cuentos de espíritus. Después me di cuenta de que no debía copiar el estilo de García Márquez. Lo más importante que aprendí de él fue su espíritu innovador”.
Divertido y subversivo
El autor ha sido celebrado por su manejo del humor y la ironía, que han convertido sus novelas en célebres no sólo en China, sino también Occidente, donde incluso ha sido traducido al español.
Algunas han sido censuradas por el gobierno chino como “Pechos grandes y amplias caderas” (1995), cuyo contenido sexual, ya sugerido en el título, obligó a que escribiera una autocrítica antes de que se sacara de circulación su libro. “Siempre hay ciertas restricciones a la escritura en cada país” había dicho a la revista “Time”.
También destaca “Sorgo rojo” (1987), libro compuesto por cinco relatos que se entrecruzan y que se desarrollan en Gaomi en los años más complicados del siglo pasado. Allí se incluyen descripciones de los bajos fondos, la ocupación japonesa y la vida campesina rural. Esta se convirtió en una película, dirigida por Zhang Yimou y ganadora del Oso de Oro de Berlín al año siguiente. Gracias a esta obra, fue comparado con Franz Kafka. Pero otras veces es el delirio lo que se impone.
Por ejemplo en “La república del vino” (1992), un investigador del gobierno viaja a la irreal Tierra del Vino y los Licores, donde se fabrican los más embriagadores brebajes del país. Pero corre el rumor de que también se comen niños asados. Para no despertar sospechas, el funcionario -llamado Ding Gou’er- se hace cargo de una mina de carbón que queda muy lejos del lugar. Al mismo tiempo que en el poblado lo reciben como rey, embriagándolo y metiéndolo en situaciones disparatadas. Para hacer la historia más delirante, leemos alternadamente la visión del detective y del propio Mo Yan, que narra, escribe cartas a un fan que le pide que lo ayude a publicar en una revista literaria. Finalmente, el propio escritor termina yendo a visitar la mítica tierra del licor.
“Su sátira -sobre el poder, la corrupción, la obsesión por la comida y la bebida, la estructura social china, la burocracia y la administración, la picaresca de los cargos políticos- no es sólo demoledora, sino que se apoya además en una falta de delicadeza en todo conforme a la vivencia de los personajes”, señaló el crítico José María Guelbenzu de “El País” de España, quien calificó la obra como “subversiva”.
“Es grosero y brutal en la expresión, no tiene el menor reparo en llevar al extremo el durísimo humor que practica, lleno de descripciones desagradables cuando son necesarias y proclives a lo grotesco, no las escamotea”.
En Chile: desconocimiento de su obra
A pesar de estar traducido al español, y distribuido en países vecinos, su obra en Chile es prácticamente desconocida. Críticos y escritores como Alvaro Bisama o Cristián Warnken reconocen no conocer sus libros. Otros, como Rafael Gumucio, recomiendan investigar.
“Le debo al Nobel algunas sorpresas agradables, así que no me atrevo a prejuzgar. Ya veremos. Me comeré un Wantan en su honor y esperaré que el próximo año se haga justicia con Nicanor Parra, nuestro propio escritor chino”, señala Gumucio.
Para el agudo crítico y escritor Camilo Marks hay una idea “categóricamente equivocada” con respecto al Nobel. “Se piensa que es un premio importante, en circunstancias de que la Academia Sueca pertenece a un país respetable, pero son 8 millones de habitantes que sólo leen, aparte de su idioma, en inglés, francés y alemán. Desconocen el español, que es el tercer idioma más hablado del mundo”, explica. Y agrega: “Por eso es un error darle carácter universal a una academia menos importante que la Municipalidad de Santiago”.
Además, señala que “si miras los candidatos de este año, el 80% es de una oscuridad atroz… y además aparecen estos escandinavos que no los conoce nadie”. Esto, sin olvidar las “omisiones monstruosas” que se han cometido, incluyendo a Borges y Cortázar. “Yo creo que los latinoamericanos deberíamos vetar el Nobel”.
Mo Yan = “No hables”
Mo Yan significa literalmente “no hables”, seudónimo con el que reemplazó su nombre original: Guan Moye. Lo hizo “en recuerdo de los años en que no podía dirigir la palabra a nadie”. Es decir, en la Revolución Cultural China -que se extendió desde 1966 a 1976- y donde su padre, agricultor y de relativa buena posición, temía que alguna desgracia ocurriera a su familia. Así que le dijo: “No hables, aparenta ser mudo”. Cosa que el cumplió por veinte años, hasta que empezó a escribir.
Después de la muerte de Mao en 1976, y bajo el poder de Deng Xiaoping, el escritor se relajó y, a pesar de estar en el ejército (la única forma que encontró para salir adelante), empezó a trabajar su primer proyecto serio: “Lluvia en una noche de primavera” (1981). Sin embargo, lo criticaban porque se pasaba todo el tiempo escribiendo, en lugar de trabajar. ¿Su salida? La Escuela de Arte y Literatura del Ejército.
Ha dicho que ser escritor es algo que se le dio de forma “sencilla”. Y pone de ejemplo a un vecino de su pueblo, que había estado en la universidad, y le dijo que había un autor que podía comer tres veces al día “díajiaozi”, un plato de lujo en ese tiempo.
“Esto era algo inimaginable para un niño de pueblo. Y yo tenía tantas cosas que contar… Hay que imaginar a una persona forzada a no hablar durante 20 años, que de repente puede contar todo lo que ha visto y experimentado. Este ha sido el verdadero poder detrás de mi escritura”, señaló.
Kailas: la editorial española que lo tradujo (y que será importada a Chile)
El flamante Nobel ha sido traducido al español por la editorial independiente Kailas. Librerías como la Feria Chilena del Libro, acusando el “efecto Tranströmer”, ya anunciaron esta mañana que importarán sus principales obras.
Con sede en Madrid, ya han editado un centenar de obras tanto de ensayo como narrativa. Y este autor los cautivó de inmediato, según explicó su editor Angel Fernández esta mañana a “La Segunda”.
“Nuestra reacción es de felicidad, de satisfacción, de alegría. Mo Yan es un autor que tiene una calidad inconmensurable y es un privilegio para la editorial publicarlo. Además, es una tremenda oportunidad para conocer la mejor literatura posible del mundo chino y el premio le da una nueva proyección”, celebra. Sobre García Márquez dice que indudablemente “hay similitudes a pesar de la distancia geográfica y cultural”.
La editorial llegó a Mo Yan a través de un agente literario que les mostró varios autores. Pero con él fue un “enamoramiento instantáneo”. “Nos llamó la atención en cuanto lo leímos. Nos fascinó y a partir de ahí hemos disfrutado muchísimo todas sus obras”.
¿Fue un triunfo para las editoriales independientes haberlo traducido y publicado? “Efectivamente, esta circunstancia permite que te animes a mantener el espíritu combativo de las pequeñas editoriales. Con Mo Yan hay algo de triunfo del editor pequeño”.