¿Que pasa cuando la extensa -y divorciada- tradición de ciencia y humanismo colisiona con la cultura pop (ular)? Nace la tercera cultura, un camino para entender los tiempos que vivimos sin perder el sentido de la aventura y el humor, pero con una base más que racional, razonable. Páginas web y una antología de ensayos se hacen cargo del fenómeno.
Por J.C. Ramírez Figueroa
¿Por qué algunas canciones nos afectan tanto emocionalmente? ¿De donde nos vienen esos lapsus que nos hacen decir justo lo contrario a lo que pensamos? ¿Por qué los hombres no usan la excusa de “querer como amigo”?
Estas y decenas de otras interrogantes cotidianas tienen un sustento científico que, si antes no era tomado en serio, era por puro arribismo intelectual. Tal como en la primera mitad del siglo XX los estudios sobre la moda o la coquetería del histórico sociólogo Georg Simmel eran consideradas obras menores, durante mucho tiempo estos vínculos entre cultura pop (ular) y ciencia a lo más rellenaban las páginas de curiosidades de los diarios. Ahora, la cosa es distinta.
Pero vamos por parte. En 1959 el “divorcio” entre el mundo científico y humanista fue diagnosticado por Charles Percy Snow. En 1995 el empresario cultural John Brockman patentó el concepto “Tercera Cultura” en un libro que hablaba precisamente sobre la necesidad de unir ciencia y humanismo. Este mix, perfeccionada con los años, se ha convertido en una fuente de contenidos que arrasa en internet. Justamente porque permite explicar en profundidad fenómenos de la cultura popular que nadie se había dignado de tomar en serio.
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