Por J.C. Ramírez Figueroa
Angel Parra rasguea su guitarrón chileno en el estudio que tiene en su casa de Santiago, donde pasa tres meses antes de partir a París, ciudad donde reside el resto del año hace más de 40 años.
Está concentrado en su concierto “Chile íntimo”, programado para este sábado 23 en el Teatro Nescafé de las Artes, donde repasará lo mejor de su discografía que incluye 50 discos como solista, desde el debut de “Au Chili avec los Parra de Chillán” (1963), grabado junto a su hermana Isabel.
“Será un espectáculo de guitarra y voz, donde quiero evocar mis comienzos. El concepto puede sonar un poco fuera de moda, pero eso me fuerza a trabajar la guitarra”, explica, sentado en su jardín.
Hace unos días lo probó en San Ramón: 20 mil personas corearon sus canciones y las de su madre, Violeta Parra, en versiones desnudas y potentes. “Eso es algo maravilloso, de verdad”, reconoce.
-¿Cree que tocar así le permite improvisar, extender las canciones o jugar con ellas?
-Por supuesto. Con un grupo es distinto, porque está todo ensayado. Esto será íntimo, como en el living de la casa y eso permitirá ser más flexible.
-¿Qué nos podría adelantar del espectáculo?
-Habrá canciones como “Valparaíso en la noche” y “Amanece el día”. Haremos cosas con la guitarra traspuesta que me enseñó mi madre junto a mi hijo Angel. Y espero que Javiera pueda llegar antes de un concierto que también tiene esa noche. Será una mezcla bien bonita.
-Usted perteneció a una generación de jóvenes que renovaron el foclore, ¿siente una conexión con Manuel García, Gepe, Camila Moreno o Chinoy?
-Es algo fantástico que dos generaciones después hayan surgido tantos músicos que usan la guitarra para transmitir un mensaje. Y si a esto le sumamos el movimiento estudiantil, puedo seguir creyendo en el futuro.
De pronto, Parra escucha la versión que Jorge González hizo de “Arauco tiene una pena” en su disco “Libro”. Le impresiona cómo hace suya la letra. “Lo voy a invitar para que se suba al escenario conmigo en Alemania”.
El milagro de Violeta
En Francia, la película “Violeta se fue a los cielos” de Andrés Wood -basada en sus memorias, editadas por Catalonia el 2006- continúa exhibiéndose en la cartelera comercial a dos años de su estreno. Y además, sigue recorriendo los festivales del mundo.
Esto alegra sobremanera a Angel, a quien no le fue tan fácil sentarse a escribir sus vivencias con la venerada artista. Precisamente, porque de ella se habla mucho todo el tiempo.
-Tu forma de recordarla es tan cristalina, que es como si volvieras a ser niño …
– Estoy de acuerdo. Pero al principio pensaba en lo distinto que era escribir un libro y hacer canciones. Después me di cuenta que son oficios parecidos. Yo siempre he tenido que resumir en dos o tres minutos toda una historia. Eso me abrió la cabeza: puedo estar lejos del escenario y seguir trabajando.
-También nos muestras a una Violeta más cercana y real.
– Es que el mayor peligro es convertirla en un museo. Son mis recuerdos de infancia, en definitiva. Alejandro Zambra estuvo hace poco conmigo y me entregó su libro “No leer” donde hablaba del mío. Leer eso fue una gran satisfacción.
-¿A qué atribuyes el éxito de la película en el mundo?
-Tiene que ver con la curiosidad que tienen los europeos y porque se presenta a una Violeta auténtica y su trayectoria en la música. Ellos tienen una conciencia de la cultura popular y de Chile donde ella es esencial junto a Neruda, Víctor Jara y Salvador Allende.
-¿Crees que ese interés por Chile se replica con otros países también?
-Me parece que es con Chile. Les interesa nuestra historia.
– Hubo una polémica en la familia: a Isabel y Tita no les gustó la película…
-Lo único que puedo decir es que en materia de gustos no hay nada escrito. Como dice Nicanor: “La libertad es libre, ¡Viva el 18!” (se ríe).
-¿Qué les diría ahora, que la película sigue exhibiéndose?
-A ellas les tengo mucho cariño. Les diría, que ¡Viva el 18!.
Parra, de hecho, ya ha editado “Dos palomitas y una novelita corta”, “El paraíso que habito” (la historia del golpe de 1973 contada para sus nietos) y está por editar en Chile la novela “Manos en la nuca”, también por Catalonia. Se trata del calvario de un joven que, sin estar tan comprometido con el proceso revolucionario chileno, sufre los rigores del Gobierno militar. “Pero ojo que tiene mucho humor. De hecho, el humor me ha salvado a mí también”.
-¿Estás en algún proyecto literario actualmente?
– Estoy preparando la novela “Bienvenido al paraíso”, que trata de la historia de un retornado que descubre cómo ha cambiado la familia, el barrio y el país. Claro que no aguanta mucho.
-¿Y tú cuánto “aguantas” en Chile?
– Tres meses. Además, mi mujer es una periodista alemana y no podemos andar moviéndonos tanto. En Europa estoy en dos centros culturales, tengo un estudio de grabación y un cargo en el Circo del Mundo. Mi casa es una especie de embajada donde llegan los músicos y nos tomamos un vino y armamos proyectos. Creo que estoy integrado en ambos lugares, porque al final no me he ido nunca. Pero lo paso bien porque aunque sé que la vida no es eterna, veo lo bien que envejece Nicanor Parra. Me digo: “se puede seguir”.