Elegancia. Humor. Irreverencia. Los dandis fueron un huracán en la cultura del siglo XIX y, de alguna forma, terminaron prefigurando varios movimientos que vinieron después, desde los mods hasta los hipsters, en todas sus versiones. Baudelaire, Balzac, Oscar Wilde, Tom Wolfe y David Bowie son miembros honorarios de una mirada que busca ser “sublime sin interrupción”. Acaba de llegar a Chile “Prodigiosos Mirmidones”, libro que detalla su génesis.
Por J.C. Ramírez Figueroa
Charles Baudelaire fue el primero en identificar una curiosa tribu urbana que circulaba por París a mediados del siglo XIX: jóvenes extremadamente elegantes, indiferentes a los males del mundo y que vivían su propia fiesta interminable. “Prodigiosos Mirmidones”, los bautizó en honor al legendario pueblo guerrero de La Ilíada y que también se relacionan en la mitología griega con las hormigas, capaces de avanzar en terrenos complicados. Algo que hace mucho sentido con la popular definición de los mod -sus herederos de los 60- capaces de “vivir limpiamente en circunstancias difíciles”. Para el autor de “Las flores del mal”, estos aristócratas disidentes e individualistas, aunque les sobraba el dinero, no le tenían particular devoción.
En el ensayo “El pintor de la vida moderna”, (1863) publicado en Le Figaro, con la excusa de elogiar el estilo de vida dandi del artista Constatin Guys, terminó trazando el perfil definitivo de este particular fenómeno masculino: “Estos seres no tienen otro problema que el de cultivar la idea de lo bello en su persona, satisfacer sus pasiones, sentir y pensar”, “se trata ante todo de la ardiente necesidad de construirse una originalidad”, “una especie de culto de sí mismo”, “el último resplandor de heroísmo de la decadencia”, escribe el poeta. Él mismo fue un dandi que con este texto ayudó a configurar una forma de experimentar el mundo -y las relaciones humanas- que ha terminado dialogando con las subculturas futuras -bohemios, hipsters, glam- y que creció como refinada, burlona y enérgica crítica a la industrialización y el desarrollo feísta de las ciudades.
Surgida en Inglaterra, la palabra dandy -en castellano con “i”- correspondería, según varias teorías, a una onomatopeya cinética -palabras que, como “zigzag”, imitan un movimiento-. Así, las sílabas “dan-dy” evocarían la forma de caminar, llamando la atención y con un leve contoneo de un hombre resuelto, extravagante y provocador. Aunque el origen etimológico claro de la palabra sigue siendo un misterio.
2 Su primo, el esnob
El historiador Philippe Jullian (1919-1977), experto en simbolismo y citado en la introducción de “Prodigiosos Mirmidones”, reconoce un parentesco con otro arquetipo de refinamiento: el esnob. Aquel hombre sin título de nobleza que, de todas formas, lograba colarse en esos círculos. Aunque, precisa, puede que compartan la misma religión, pero la diferencia que hay entre ellos es la misma que un católico encontraría entre una beata de barrio (el esnob) y santa Teresa de Jesús (el dandi). “El esnob se viste y actúa para ser admitido en el cogollito de la high life , y el dandi se viste y actúa para que ese mismo cogollito lo critique y se escandalice un poco…”, agrega el crítico Luis Antonio de Villena en el texto.
3 A la altura de la porcelana china
La provocación dandi podía ser brillante, incluso siendo denunciada. En 1876 el vicario de St. Mary, iglesia de la Universidad de Oxford, dijo: “Cuando un hombre que no está bromeando, sino hablando en serio, dice que le cuesta estar a la altura de sus porcelanas chinas, esto significa que en este recinto se ha infiltrado una forma de paganismo contra la que tenemos el sagrado deber de luchar, si es posible, hasta su completa aniquilación”. El hombre era uno de los alumnos más brillantes de la institución, Oscar Wilde.
4 Vestimenta, manual de uso
Edward Bulwer-Lytton (1803-1873), célebre por “Los últimos días de Pompeya”, hizo una apreciable revisión del dandismo en “Pelham o las aventuras de un caballero”. Independiente de su historia -que mezclaba crimen, ascenso social y un amor no resuelto-, su protagonista (Pelham) decide analizar la correcta norma del vestir que es, en esencia, la descripción de un dandi: “No le pidas a tu traje que se ajuste al cuerpo; pídele que te adorne”; “recuerda siempre que tu vestido ha de fascinar a los demás, nunca a ti mismo”; “para ganarte el amor de tu dama, aparenta negligencia en tu vestimenta”; “el principio más digno en el vestir es la pulcritud; el más vulgar, la precisión”; “el traje alberga los dos códigos morales, público y privado”.
5 La vida elegante
Honoré de Balzac (1799-1850) publicó en la revista La Mode una serie de artículos indispensables para un buen dandi. Pero el más revelador es el “Tratado de la vida elegante”, que terminó convirtiéndose en un volumen independiente. Para él, con la llegada de un nuevo orden social -más democrático y no monárquico- la elegancia es la única forma de distinción. “Aun cuando la elegancia es menos un arte que un sentimiento, proviene igualmente de un instinto y de un hábito”, postula. También afirma: “El ser que no visite con frecuencia París, jamás será elegante por completo” y “el hombre descortés es el leproso del mundo elegante”.
6 El rock, ¿último refugio dandi?
Aunque artistas como Andy Warhol o escritores icónicos como Tom Wolfe pueden ser considerados dandis, es en la música pop donde aún se puede apreciar su valor patrimonial. Desde la evidente estética victoriana/eduardiana de los Beatles, Kinks y The Who, hasta las encarnaciones de David Bowie, pasando por Gainsbourg, Morrissey, T. Rex, Tom Waits y Rufus Wainwright. La moral dandi encuentra en el rock la perfecta tribuna para sus contradicciones históricas: odiamos la sociedad industrial y el mal gusto de las élites, pero nos valemos de este sistema.
Antología y apología
“Prodigiosos mirmidones” (Capitán Swing) es presentado como una “antología y apología del dandismo”. Acaba de llegar a Chile y constituye una guía introductoria al particular universo dandi. Incluye ensayos, ilustraciones y una selección de textos históricos de autores como Benjamín Disraeli, Jean Lorrain, Robert de Montesquiou, Virginia Woolf, Albert Camus y Tom Wolfe. Todos ellos coinciden en que la vida es una experiencia digna, divertida y que se puede sobrellevar con buena ropa y actitud. “Hay que ser sublime sin interrupción. El dandi debe morir y vivir ante el espejo”, cierra el libro con cita a Baudelaire. Distribuido por Liberalia y disponible en librerías como Prosa y Política.