Tras varios intentos, el autor logró convertirse en best seller con “Logia”, demostrando que la conspiración e historia nacional vende.
Por Juan Carlos Ramírez F. (4 de febrero de 2015)
Francisco Ortega siempre se asumió como un escritor pop y de best sellers como su adorado Stephen King. Un tipo que de día era periodista, pero de noche imaginaba a Arturo Prat sobrevolando Lima gracias a un misterioso combustible mapuche.
Lo intentó con “El número Kaifman” y “El horror de Berkoff”, novelas lanzadas el 2006 y 2011, respectivamente. Ese último año logró estar 8 semanas en el ranking con la novela gráfica “1899”, en coautoría con el ilustrador Nelson Daniel.
Pero recién le pegó el palo al gato con “Logia” (Planeta, 2014). 20 mil ejemplares vendidos, 3 ediciones agotadas, más de 5 meses entre los más vendidos y un contrato de distribución internacional. Una prueba de que mezclar historia de Chile, masonería y conspiraciones podía ser un éxito comercial. Ahora regresa con su precuela: “El verbo Kaifman”; en rigor, una versión remixada de “El número…” y parte de su “Trilogía de los Césares”, que finalizará el 2016 con “La catedral antártica”.
-¿Cuál es la clave para que un libro se transforme en un éxito en el país?
-Esto no es la Coca Cola, no existe una fórmula secreta, salvo tener una buena historia y conectar con el lector. Pero sobre todo manejar la clave básica de una buena novela: el conflicto. Sin conflicto no tienes nada. El resto son estrategias de marketing, especialmente un buen boca a boca. No sirve twitter ni facebook, sino el contacto real. Hay que ir de gira a librerías dentro y fuera de Santiago.
-¿Cómo te diste cuenta de que escribir best sellers sin culpa era el camino?
-Cuando leí a José Donoso lo leí como novelista de terror. A Bolaño siempre lo he considerado un gran autor de ciencia ficción pulp . ¿Es que nadie ve que “2666” es un thriller que cruza géneros o que “Los Detectives Salvajes” puede leerse como espejo de la saga “Millenium”, de Stieg Larsson? Pueden ser voladas mías, pero me gusta Dan Brown más que Murakami. ¿Y qué? ¿Cuál es el drama?
-¿Se lo decías antes a tus colegas?
-No, pero ahora me da lo mismo. Lo importante no es juzgar a las novelas porque sean pop, estén en aeropuertos o vendan miles de ejemplares. Hay que juzgarlas por que sean buenas y que enganchen. Ojalá hubiera más autores que pensaran más en “el lector” y no en “su lector”, que es otra cosa. Me preocupa el divorcio entre la ficción chilena y el público. Por eso me gusta cuando me han parado en la calle y me dicen que “Logia” es la novela chilena que siempre quisieron leer.
-¿Y qué te pasa con eso?
-Da susto, pero creo que dice bastante de la situación. Prefiero eso a que en un lanzamiento con champaña y colegas escritores te sobajeen el lomo y te digan que van a leer tu libro. Sé perfectamente que el 70% de mis amigos del medio no han leído el libro porque no les interesa el género o lo consideran un género menor. Me leen los que no me conocen.
El valor de la novela larga
-¿Cómo son los gustos acá?
-En Chile se lee mucha novela histórica y mucho thriller judicial, pero no se escribe de esos géneros. Y el lector promedio valora la novela larga, de más de 400 páginas, porque se agradece la inversión en el libro, que dure, que acompañe, que no sea una anécdota. Faltan iniciativas como lo que hizo Espasa en España, donde el thriller judicial se leía mucho, pero no se escribía. Espasa junto al gremio de abogados crearon el premio de thriller judicial y muchos abogados se tiraron a la cancha. Hoy hay un par de autores españoles, en la línea de John Grisham, que venden bien y tienen lectores. Ahí esta la clave cuando uno es editor. Pensar en literatura, pero también en lectores. Y esa es la única variable que un editor debiera tener en claro a la hora de buscar un fenómeno literario: escuchar a los lectores, estudiar sus costumbres y sus gustos.
No hay polémicas: Historiadores no leen novelas
“Si esto fuera EE.UU. ya habrían salido libros de historiadores para refutarme, con algún texto como «La verdad tras Logia», pero no. Sería entretenido. En la editorial pensaban que algún historiador iba a responder por las atrocidades contra O’Higgins, pero no, al parecer no leen novelas… O quizás encuentren poco conveniente desde lo académico entrar en polémicas con un bestsellerista”.
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