Desapareció del periodismo cultural hace ocho años. Se fue a Catapilco. Y ahora está de vuelta con sus collages y con la reedición de un libro mítico. Dice que se siente como llegando de Berlín.
Por Juan Carlos Ramírez F. (26 de junio 2015, La Segunda)
Claudia Donoso llega con café, abre un clóset y emergen decenas de collages. Algunos están colgados, otros, apilados o sin terminar. En las composiciones -arrancadas de revistas o libros- predominan las figuras humanas en blanco y negro, animales y fondos rojos o café oscuro.
-Me interesa tu opinión -dice mirando fijo con sus ojos celestes.
Y no es una deformación profesional tras haber entrevistado por veinte años desde la trinchera de las revistas Apsi, Caras y Paula: A Donoso (1955) le gusta medir, consultar, indagar a quien tiene enfrente.
– ¿La verdad?
-No pienses. Me gustan las asociaciones.
-Es un rinoceronte que, de alguna forma, simboliza un recuerdo de niñez.
– ¿Por qué crees eso?, pregunta entusiasmada.
-Por la imagen del lado: un papá con su hijo. Hay tensión ahí.
-Efectivamente. Es una relación incestuosa. Y aprobada por la sociedad que es cómplice de esta violencia. ¡Muy bien!
Este particular test de aprobación -que incluyó dos obras más- abre las puertas de esta mujer pálida, de pelo rubio y punk. “Yo cuento cosas y abro canales de los que no sé qué puede salir”, dirá con su voz segura y, a ratos, atronadora, la sobrina del escritor José Donoso.
Tras sumergirse en las subculturas de los 80, crear “La manzana de Adán” junto a Paz Errázuriz (estudio sobre travestismo en Dictadura) y realizar centenares de entrevistas con Adolfo Couve, Stella Díaz Varín y Enrique Lihn (que terminó en apasionado romance) decidió autoexiliarse en el valle de Catapilco. Y se transformó en artista visual.
Ahora está de vuelta en Santiago. Instaló su taller en un departamento antiguo frente al Santa Lucía. En las otras piezas hay artistas, una radio digital y arquitectos. Aunque aún tiene su refugio, dice que sólo le queda un perro y su cama. “Acá duermo en casa de amigos o en hostales. Me encantan. Estoy tentada de tomar un tour por el Barrio Alto, que ahora están ofreciendo a los extranjeros”.
Sus obras están ahora en esta pieza frente al cerro y repleta de collages y materiales. Hay una caja de un macbook air. En una bolsa de cartón de la U. Diego Portales hay ejemplares de “Insectario amoroso”, la flamante reedición de su novela/poemario de 2004. Sobre una silla, abierta en la mitad está “Sumisión”, la última novela de Houellebecq, sobre una Francia dominada por la violencia, el integrismo musulmán y las operaciones de la izquierda por co-gobernar junto a ellos.
“Me gusta ese francés. Retrata la locura que se está viviendo en nuestro mundo”, dice mientras contempla el pequeño balcón. “Me pregunto por qué la gente sigue teniendo hijos. ¡Paren de reproducirse por la cresta!”.
Aunque tiene dos hijos artistas (ella de 35, él de 32) y está soltera (“en rigor soy anulada”), tiene las cosas claras: “Yo estoy en contra totalmente de la familia. Es un delito traer niños que se convertirán en mano de obra barata. ¿Cómo pueden seguir haciendo eso? Quiero que esto que te digo quede escrito en tu nota: la familia feliz es una estafa“.
“Nadie sabía qué hacer con el libro”
“La autora se rehúsa, aquí, tanto a contar historias como a dejar de contarlas”, escribió en LUN el ahora renombrado Alejandro Zambra sobre “Insectario amoroso”. Rodrigo Pinto en Sábado dijo que sus relatos “conforman un caleidoscopio que invita a la lectura y a la relectura hasta apropiarse de él”.
Donoso se ríe al recordar la recepción del libro y cómo algunos críticos se rompieron la cabeza para “transmitir” el contenido del libro. Básicamente cuatro partes -“Estados larvales”, “Imago”, “La musulmana” y “Tres apéndices terminales”- que contienen 57 relatos protagonizados por mujeres que pasan de peregrinas perdidas a mendigas, de musulmanas a chilenas contemporáneas.
-Más que una historia, predominan las sensaciones, cierta sensualidad. No era algo corriente en un debut.
-Totalmente. Nadie sabía qué hacer con el libro. No era algo que pudiera definirse de forma fácil como una novela convencional. Aparte, fue muy bien recibido. Aunque nadie tuviera claro dónde se podía instalar”.
-Por algo es un “insectario”.
-¡Eso! ¿Dónde metemos los insectos? No tienen un lugar definido. Igual ya no tengo mucho que ver con la que escribió ese libro.
– ¿No crees que esa fragmentación del collage ya estaba latente en el libro?
-Es verdad, ahora que lo pienso. Lo latente se volvió potente después. Aparte, todo es fragmentado. Yo soy una persona muy fragmentada. Trabajo desde la contradicción. Me doy licencia para contradecirme. El libro quería dedicárselo “a nadie”. ¡Pero no alcancé!
“¡Arráncate!”
Hace unos días, Donoso se encontró con un veinteañero de terno en el tercer nivel de un estacionamiento subterráneo. El chico era un abogado y estaba perdido. Ella lo tomó de los brazos. “Le grité: ¡arráncate! ¡arráncate!”, dice repitiendo el gesto conmigo. Tiene brazos fuertes. Es fácil imaginar el susto que pasó el joven leguleyo. Aunque posiblemente el mensaje le quedó dando vueltas. “Bah. Me gusta el conflicto”, dice.
Porque, a diferencia de otros artistas que se ponen a la defensiva, a Donoso le encanta que opinen sobre su obra. En algún momento se levanta de la silla y avanza hacia la puerta. “Soy histriónica”, se justifica. O también pide disculpas por saltar de un tema a otro. Pero en verdad, escucharla es como el free jazz: saltas de un tema a otro, para retornar al principal. También hay rabia. Mucha.
“Vivimos en una situación de crisis”, reflexiona. “Somos humillados todo el tiempo. No tenemos cómo responder. La clave es no entregar la oreja y conservar la emocionalidad. No quiero perder mi rabia, pero tampoco mi libertad. Y el poder está en el cuerpo”. De inmediato salta a otro tema. “Tenemos que recuperar los mitos como material interpretativo. El monoteísmo le ha hecho mal a la gente”.
Y después: “Tenemos que hacerles test psicológicos a Bachelet, a Novoa, a todos. Tenemos psicópatas en el poder. ¿Por qué sólo les hacen esos test a los cargos chicos, nomás?”. Y finalmente: “Uno es un fenómeno cultural. Mi caso es claramente una conexión edípica con un padre misógino y que lucha con la madre. Esta tensión tremenda es mi material. Y yo lo abordo y la caja de Pandora se abre”.
Se produce un silencio. El esmog de alguna forma se mitiga con los árboles del Santa Lucía. El café se acaba.
– ¿Has pensado que tus collages en vez de explotar, implosionan? Son como concentrados.
-Me encanta eso. No lo había pensado, pero es verdad. En general el formato exige que sea más para afuera. Pero lo mío es para dentro. ¿Sabes? Tengo una inseguridad enfermiza. Me he sentido menos que los demás. Por eso mi exigencia es brutal. Hay otros que se manifiestan con soltura y dicen “soy artista”. A mi me cuesta decirlo. Soy de esa gente que tiene respeto por las cosas bien hechas. Esa es la manera de vivir, huevón.
Donoso usa el “huevón” para recalcar una frase. O para demostrar complicidad. Dice que ya está en confianza. Que eso es lo mismo que le pasaba a ella con un entrevistado.
Ahora, que está en esta operación retorno a Santiago, le gusta recorrer el sector del Parque Forestal y Lastarria. Ya se ha reunido con Sergio Parra, de la librería, y ahora galería, Metales Pesados. Sigue trabajando en sus collages. Pero no quiere escribir. “No quiero estar amarrada a un lenguaje. Quiero desprenderme de esa camisa de fuerza. Me gusta ser autodidacta. Tampoco las zonas de seguridad. Me gusta lo experimental. Ya no tengo casa. De verdad, te lo digo. Ya no sé dónde vivo. Me siento como volviendo de un lugar más adelantado y cosmopolita al campo, que sería Santiago. Me siento como volviendo de Berlín”.
De periodista a artista
“He estado toda mi vida des-confundiéndome”
El primer artículo que tuvo que escribir Claudia Donoso fue sobre Martín Vargas. Fue un encargo, ya que el periodista, encargado del tema en la revista Hoy, no estaba. Sola frente a la máquina de escribir tuvo que sacar todo hacia afuera. “¡Es que no quedaba otra! Su crónica fue un éxito, inaugurando una saga de aciertos. “La mejor periodista cultural de la plaza”, insistían varios artículos (Zambra, Camilo Marks) para introducir su libro “Insectario Amoroso”.
Donoso estudió en la U. de Chile. Fue compañera de Ascanio Cavallo y Alberto Luengo. Aunque optó por la fotografía. “Estudiar Periodismo en Dictadura fue una mala idea, pero la fotografía fue mi salvación. No había palabras. La visualidad era poderosa. Estabas a solas en el cuarto oscuro. No entendía cómo alguien podía entrevistar o escribir. Tampoco me sentía preparada”, acepta.
-¿Por qué lo abandonaste todo?
-Me sentía incómoda. Me conocía todos los trucos. He estado toda mi vida des-confundiéndome.
-¿No serás demasiado sensible y te involucrabas con los entrevistados?
-No me gustaba la sensación de tener el sartén por el mango. El poder de trasladar lo que es una persona a tu punto de vista, y de ahí al papel. He estado leyendo mucho sobre traducción y la idea de traición está muy relacionada. Es complicado.
-¿Volverías a la prensa escrita?
-No. Quizá cosas puntuales. Me interesa más la radio.