Cecilia Vicuña: «Acá nadie veía la posibilidad de que una mujer creara un lenguaje» (2 de agosto 2015, La Segunda)

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La artista acaba de reeditar -al fin en la versión original- Sabor a mí, libro atesorado por museos y estudiado en el extranjero.

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Por J.C. Ramírez Figueroa  (2 de agosto 2015, La Segunda)

«Mira, esto que ahora se ve tan bonito, en el original estaba hecho con sacos de la comida de los cerdos», dice Cecilia Vicuña sosteniendo la flamante reedición de «Sabor a mí».

El libro -editado por Beau Geste Press, sello del Grupo Fluxus- era una adelantada mezcla de fanzine barato, poesía experimental y álbum de recortes. Ella misma lo diseñó e imprimió en mimeógrafo y Offset, sacando solo 250 copias en 1973.

«Vivía en una comunidad de impresores ingleses, en el campo, rodeada de vacas y chanchos. Se ocupaba el material que estaba a la mano: insectos, flores, plantas».

Vicuña (67) habla bajito. Susurrando casi. Como si ya lo hubiera gritado todo en su poesía, obras conceptuales e intervenciones. Además del libro -disponible en la Galería Patricia Ready-, el 3 de octubre estrenará «Kon Kon», en el Cine Arte de Viña del Mar. Un documental autobiográfico centrado en Con Con, uno de sus lugares sagrados y que amenaza con desaparecer tal como lo conoció.

«Nadie le dio bola»

Mientras las copias de «Sabor a mí» están distribuidas en los principales museos del mundo (MoMA, Tate, SAIC) y figuras como Thurston Moore, ex Sonic Youth hace poco declararon su influencia, acá en Chile recién ahora figura.

«Nadie le dio bola acá», dice resignada. «Ni siquiera cuando la UDP sacó una edición (2007). Fue en el formato propio que tienen ellos, entonces se perdía la sensibilidad, el feeling del original».

-¿Por qué cree que no la pescan?

-Por el machismo chileno. Acá, nadie veía la posibilidad de que una mujer creara un lenguaje.

-Es mezquino que no esté en el canon nacional.

– Sí. Mi libro es enseñado en muchas partes del mundo. Se hacen tesis. Pero acá, salí en una revista universitaria nomás. Y esas no las lee nadie.

Paperback writer

Antes de involucrarse en la lucha contra la dictadura en el «Artist for democracy», instalarse en TriBeCa («Cuando eran puros edificios viejos y peligrosos», aclara) y convertirse en referente (ver recuadro), Vicuña era una adolescente obsesionada en la Librería Universitaria del centro.

«Tenía un rincón donde se acumulaban las publicaciones rascas como «Mimbre», de Guillermo Deisler, o «La Amereida», del Grupo Ciudad Abierta. Yo era la exploradora. Ahí tuve noción de una tactilidad pobre, inmunda y de papelitos asquerosos. Las ediciones populares. El Paperback».

Cuando llegó becada a Londres a estudiar pintura, descubrió que esos rincones estaban «multiplicados por mil». «Me metí en el underground , la cultura alternativa de los 60. Yo me inscribí en una cooperativa de squatters (okupas) que tenían un compendio universal de publicaciones del mundo», explica. «No te imaginas el impacto que fue enterarme del Golpe y de cómo todo cambiaría en mi vida».

35 años en Nueva York
Rock, poesía, autoexilio

El único impacto mediático de Vicuña en Chile fueron los recitales de poesía y rock con la «Tribu No» -integrada entre otros por Claudio Bertoni- y, sobre todo, la intervención «Otoño» en el Bellas Artes donde cubrió de hojas secas una de sus salas. Tras su periplo por Londres (1972-1975) se instaló en Bogotá, sin dejar de exponer, pintar y escribir. En 1980 llega a NY donde se integró a la comunidad de artistas. Destaca la muestra «Three video poems» (consistente en imágenes de esculturas conectadas a la vida diaria de Chile y Colombia), además de antologías y poemarios.

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