Es una enfermedad interesante. Te permite tener siempre claro cómo te vas apagando, dice el poeta, en su mejor momento.
Por J.C. Ramírez Figueroa (4 de septiembre 2015, La Segunda)
“No pensé que iba a verlo en vida. ¡Pero resultó!”, dice Raúl Zurita con los ojos encendidos. Se refiere a su viejo anhelo de escribir 22 versos entre los acantilados de Iquique y Pisagua -“Verás el hambre”, “Verás auroras como sangre”, “Verás no ver”- y que culminaban con un contundente “Y llorarás”.
Su proyecto de “escritura material”, como sus poemas en el desierto o sobre el cielo de Nueva York en los 80, no sabía cómo materializarlo. Hasta que la diseñadora Sofía LeFoulon (la misma de Parra 100 en el GAM) y su esposa, la académica Paulina Wendt, le propusieron proyectarlas a través de un sistema de iluminación que se apagará de día.
“Sólo quedará el último verso, a merced de la camanchaca. Imagino la inauguración llegando en barco”, dice sobre la obra que será adelantada en el Festival Puerto de Ideas en noviembre (ver recuadro). “Porque sólo desde el mar podrá verse. Es la entrada a Chile. Y a la muerte”.
Muerte gloriosa
Son las 10:30 y todo está en calma en la casa del poeta. En la mesa del living destaca “Letras”, de su admirado Bob Dylan, y la edición facsimilar de “Canto General”, de su aún más adorado Neruda.
“¿Quieres saber lo que es poesía? Espérame”, dice mientras escudriña el volumen. En la pared hay un calendario congelado en septiembre de 1973. Al fondo, un diván de psiquiatra. Uno, impulsivamente quiere ayudarlo a levantarse. Pero él, acostumbrado a tomarse un tiempo, no acepta ni rechaza. Solamente se concentra y se levanta.
“¡A ver si lo encuentro! ¡Acá está! Acércate!”, dice mientras indica un verso con un notorio borrón. “Dice «Sube a casa conmigo hermano». La cambió por «nacer». Uf. Esa huevada es tremenda. ¡Una sola palabra! Y pasó a la historia”. Se queda callado. “Al lado de Neruda no existo”.
-Pero este ha sido un gran año. Se lo ha pasado de premio en premio.
-Pero yo estaría feliz acá en mi casa. Ahora ni siquiera puedo contestar mails. Y de repente hay poetas jóvenes y yo quiero ayudar. Como cuando yo tenía esa edad. Pero es difícil lidiar con tanto compromiso. He estado en total como 8 meses fuera de Chile en los últimos tres años.
Zurita no para. Tras una temporada en España -donde fue investido doctor honoris causa en la U. de Alicante-, tiene programado un viaje a Francia y 6 meses en Harvard. Aparte estará en Puerto de Ideas, y el poeta Héctor Hernández Montecinos le prepara una antología de entrevistas para Ediciones UDP: “El Mein Kampf de Raúl Zurita”.
Y esta semana llega a librerías el libro de ensayos “Poemas muertos”, donde explica por qué la poesía es la única que permite transmitir experiencias límite. Está distribuido en Chile por Liberalia y es editado en Madrid por Libros de la Resistencia, propiedad del chileno Edmundo Garrido, que logró rescatar estas 90 páginas donde aprovecha de exponer su particular visión de la muerte. Estaba perdido hace una década.
“Está claro que voy a morir antes que tú. A menos que haya un accidente. Pero es la certeza. La muerte es un momento bello, glorioso, lleno de imágenes. Eso es lo que te decía que veía en los acantilados del norte”, explica.
“He recibido muchos ataques”
Zurita no le teme a la muerte. No se pone nervioso con el tema ni elude hablar sobre el párkinson que lo aqueja desde hace 15 años. “La gente tiende a ayudarme. Yo lo único que pido es espacio: para moverme, levantarme o avanzar. Pero no idealicemos, te mentiría si te dijera que me gusta tener esta enfermedad. Entre no padecerla y padecerla, ¡obvio que me quedo con lo primero! Pero es una enfermedad interesante. Te permite tener siempre claro cómo te vas apagando”, explica.
-¡Pero se le ve bien!
-Sí, pero mi cuerpo funciona como un jardín de niños desordenados. Quiero moverme para un lado, ¡pero mis piernas se quedan quietas! ¡Quiero decir algo, pero mi cabeza se va para otro lado! Borro correos en el computador también. Además, fue vitalizador salir y alejarse de las cosas que ahogan y te hacen daño en Chile… Yo he recibido muchos ataques y eso me hace ponerme peleador. Viví la hostilidad y tuve muchas cosas en contra.
-¡Cómo olvidar la polémica con el Premio Nacional el 2000!
-Y no sólo eso. Se me anuló, invisibilizó, había grupos de teóricos y feministas que cerraban las puertas afuera. Se decía que mis obras no tenían mérito, que no eran importantes, que no había profundidad. Había toda una onda con la vanguardia, esa cosa post-estructuralista francesa que ya está pasada de moda.
-¿Quiénes?
-(Silencio) Es que esto opera como una caja negra. Nunca te enteras de dónde vienen los ataques, pero el ataque llega claro. Pucha, no sé, Nelly Richard, que, teóricamente, vive en el paleolítico.
-Pero usted ganó, al final.
-Así parece. Pero fue difícil. A los 35 años ya estaba casado, tenía hijos y tenía que robar libros por encargo. Robaba libros de medicinas, cosas técnicas. Lo peor es que me pillaban y se me prohibía entrar a las mismas librerías donde estaban mis poemarios. Es muy loco eso. La pasé muy mal y estas críticas de la caja negra hacía como que no me importaban. Pero con el tiempo dolían. Y mucho.
-¿Se arrepiente de haberle dedicado un poema a Lagos?
-No.
-¿Fue la emoción del momento?
-Sí. Pero no me gustó nada Lagos. Y lo dije.
-Y eso nadie lo destacó.
-Así parece. Pero me equivoqué un poco en las dos cosas. Chile sufrió tanto, pero tanto daño que no acepta lo nuevo. Hay un trauma radical con el pasado. Lagos hizo lo mejor que pudo, con la información y capacidades que tenía en su momento. Pero puso la esperanza en un lugar donde no podía haberla. Ahora no le dedicaría nada. Pero con respeto. Aparte, los poetas mutan. ¡Somos mutantes! A Parra, la misma izquierda le dio como caja y lo empujó hacia el otro lado.
Antes de irse a clases a la UDP -que lo nombró profesor emérito- concluye:
“Tu sabes que me gusta el rock. Para mí el párkinson también es rock: estoy sobreviviendo, en el escenario, rockeando frente a todos. Como Hendrix, Janis Joplin, Morrison. Resistiendo”.
Puerto de ideas “Cuando todo termine, sólo quedará el sonido del mar”
“Verás un mar de piedras”. Así se llama el recital poético y uno de los números centrales del V Festival Puerto de Ideas -que se lanza hoy-, que está programado para el 7 de noviembre en Valparaíso. “Si he trabajado, hasta lo posible, con mi vida, también debo trabajar con la imagen de mi muerte”, dice. “Cuando todo termine, sólo quedará el sonido del mar”.
Acá expondrá en la totalidad su proyecto de 22 frases proyectadas en los acantilados, cuya ejecución debería ser antes del 2017.
Al evento ya están confirmados el cineasta español Fernando Trueba, la socióloga holandesa-norteamericana Saskia Saessen, la novelista norteamericana Nicole Krauss y el filósofo francés Michael Onfray, entre otros. Cada uno de los invitados exponiendo un tema que los obsesiona.
Trueba hablará, por ejemplo, sobre la influencia de la música en el cine; Saessen, de migraciones y expulsiones en las zonas pobres del planeta, y Krauss, sobre la “ingeniería” tras una novela exitosa.
Destacan también las conversaciones sobre “la lluvia” entre Alejandro Goic y Álvaro Viguera; el problema de género en Chile, con Sonia Montecino, y la fragilidad de las democracias en América Latina, con José Miguel Insulza y Ernesto Ottone.