Jorge Marchant Lazcano: “Hablar de sida es un deber moral de un escritor homosexual” (11 de septiembre 2015, Mira, La Segunda)

Saltó del periodismo a la literatura y de ahí a escribir emblemáticas telenovelas de TVN. Hasta que volvió convertido en el escritor más outsider del país.

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Por J.C. Ramírez Figueroa (11 de septiembre 2015, Mira, La Segunda)

Un escritor gay, anónimo y autoexiliado en Nueva York, enfrenta a Chile desde la distancia y decide “quemar las naves”. Y, en medio de todo esto, dice/escribe cosas como: “El espanto sobrevino al comprobar que la transición a la democracia había sido un siniestro pacto: como si el dictador hubiese sobrevivido como un inmortal titiritero demoníaco que movía los hilos y todos los civiles naufragaban como monigotes descalabrados bailando sobre el pobre escenario de la patria”.

Así es el protagonista de “Cuartos oscuros” (Tajamar, 2015), última novela de Jorge Marchant Lazcano (65). Un autor que cada año deja su departamento frente al Santa Lucía para pasar algunos meses en la gran manzana. Tras arrendar una pieza a una familia colombiana en West Harlem y vivir con su ex pareja en Queens, conoce bien la ciudad. De hecho se aficionó a escuchar ópera en el Met y almorzar gratis en el emblemático Gay Men’s Health Crisis, institución que hizo historia al atender a portadores de sida con un sistema de voluntarios, antes que el propio gobierno.

Aunque dice no ser amigo de la autoficción o las memorias, es fácil reconocerlo en esta novela. Incluso el protagonista -sin nombre- reflexiona largamente sobre Manuel Puig y Reinaldo Arenas. Escritores con los que Marchant compartió la antología de narrativa gay latinoamericana “My deep dark pain is love”, editada en San Francisco en 1983.

“Eso es porque, fundamentalmente, soy un novelista”, contesta seco desde Alto Manhattan. “No he escrito ensayos ni autobiografías. Pero, al mismo tiempo, no separo aspectos de mi propia biografía en el trabajo literario. Mi intención, como la de todos los novelistas, es crear un mundo propio a través del texto y de las imágenes”.

Y justamente aquellas son las que coinciden con su vida: ser niño en los años 50, las trancas de la clase media, el conservadurismo católico. Pero también advierte: “Eso a veces juega en contra, como confundir al narrador con el autor. Ese escritor chileno que narra en «Cuartos oscuros» puede tener mucho de mi condición. Pero no soy necesariamente yo. Es una creación literaria”.

Holocausto

Es un auténtico outsider este Marchant. Sobre todo en un país donde todos los escritores se sienten así, aunque viajen de feria en feria y estén felizmente integrados a la vida social. Un inesperado cronista que, saltando del teatro a la TV y del periodismo a la novela, fue testigo directo del “apagón cultural”, las luces de neón de la dictadura y la llegada del sida. Todo eso ya estaba en la celebrada “Sangre como la mía” (2006), auténtica novelización de la experiencia homosexual histórica en Chile. De hecho, ese es uno de sus credos: “Hablar de sida es un deber moral de un escritor homosexual. Así como los escritores judíos escribieron y siguen escribiendo sobre el Holocausto, nosotros no debemos olvidar una experiencia tan marcadora. Acá, en EE.UU. murió demasiada gente, por lo que se ha enfrentado históricamente el sida con más dignidad y altura. Me parece que los norteamericanos enfrentan este tema sin doble discurso como en Chile”.

El novelista recuerda la tesis de Oscar Contardo en “Raro”: “Acá, la homosexualidad se hizo visible a partir del sida. Pero al mismo tiempo, en la misma medida en que la homosexualidad se ha hecho muchísimo más visible en Chile, el sida se mantiene replegado y es un tema del que poco se habla, se mantiene oculto por razones de estigmatización. Pareciera casi como si ninguna organización, nadie, quisiera hacerse cargo de él, salvo los propios afectados”.

Los 70

Su carrera también es outsider : partió como periodista en La Segunda en la segunda mitad de los 70. Nunca le gustó mucho la profesión y aprovechó de reseñar libros. Incluso antes de asumir como jefe de redacción de Paula, se fue a Buenos Aires para publicar allá “La Beatriz Ovalle” (1977), novela que en Chile tuvo cinco ediciones. Cree que salió “solamente porque tenía el plus de haber sido publicada en el mercado argentino”. Después incursionó en el teatro con “Gabriela” (1981) -Alicia Quiroga en el protagónico, Guillermo Riffo en la música- y donde por primera vez la poeta era llevada a las tablas. “No la vio nadie. Hoy habría estado en el escenario del GAM”. Después vendría “Última edición” (1983), una visión sarcástica en las tablas de su paso por Paula. Dirigida por Fernando González y protagonizada entre otras por Claudia di Girolamo, Anita Reeves y Consuelo Holzapfel, fue un éxito que al mismo tiempo hizo que las editoras de la revista lo odiaran.

“Según ellas, yo daba una mala imagen de la mujer, cuando lo que yo quería denunciar era el clasismo. Paula era una revista dirigida por señoras pitucas para señoras de todas las clases sociales. No creo haber estado tan equivocado. Varios me dijeron que me quedé corto”, relata.

Mientras publicaba “Matar a la dama de las camelias” en la antología gay norteamericana -“una hazaña, pero no fui capaz de hacerme cargo y me quedé callado”- comenzaron los hostigamientos.

Una periodista lo llamó “uno de esos que les gusta leer a Manuel Puig”. Un escritor reconocidamente homosexual que, en la forma de pensar de ella, sólo deberían leen homosexuales. “No decían de frente lo que todo el mundo sabía. Era complicado, me invitaban a programas de televisión y me preguntaban por la mujer ideal. Yo decía que la andaba buscando. Estábamos en plena dictadura y la idea de un homosexual en medio de otros invitados era algo odioso para el resto”.

“Se me castigó”

Cuando lo invitaron a escribir telenovelas para TVN en 1988 conoció el éxito (ver recuadro), pero también se ganó los comentarios insidiosos de los intelectuales. “Se me castigó en exceso, como si hubiera cometido una traición”, lamenta. “Igual tuve el privilegio de escribir la primera teleserie del retorno a la democracia que fue «Volver a empezar», y una vez más no estuve en el lugar indicado. Una teleserie de autor, novedosa, llena de ideas, que planteaba a una protagonista escritora que regresaba del exilio, no fue vista por el gran público, porque al parecer la audiencia quería comedia. Fue el comienzo de la Di Girolamo en TVN, y el primer rol de galán de Francisco Reyes”.

Hasta que las aguas se movieron en el canal, aceptando un puesto de editor de teleseries, mientras volvía a escribir y desarrollar obras teatrales como “No me pidas la luna”, dirigida por Ana Reeves (1999). Hasta que fue desvinculado del área dramática el 2009, algo que le da mucha rabia y prefiere ni recordar.

De todas formas, reconoce: “Estaba hace mucho tiempo harto de las teleseries y decidí retomar mi carrera literaria, que había dejado a medias”. Así nació “Sangre como la mía”, un ajuste de cuentas personal con la historia de la homosexualidad en Chile.

“Como hombre me salvé”

Pero lo que vino después, incluyendo el proceso de instalarse en NY, puede leerse en su flamante novela que, por cierto, lo tiene sumido en una etapa “posparto”, en la que no tiene ganas de escribir más. Incluso, dice que ya no volverá a escribir otra novela vinculada a la ciudad de los rascacielos.

“Para mí, la escritura es entusiasmo, caos, desorden, vitalidad, pero por sobre todo trabajo que se te instala en el cuerpo una vez que la novela toma vuelo propio”.

No es casual que aparezcan tanto Puig como Arenas en su obra. “Escritores pasándolo mal en Nueva York”, resume. El primero, huyendo de la homofobia de la isla y terminando en el suicidio. El segundo, melancólico y con un desazón que infectó su obra.

“Son pájaros fuera de la bandada y en ellos comparto cierto estado de ánimo. Yo siempre fui pollo en corral ajeno en Chile. En estos años en Nueva York también he estado extremadamente solo y desazonado, sin saber bien quién soy y para dónde iba”.

Y concluye: “Escribir «Cuartos oscuros» terminó siendo una revelación. Después de ella, después del gesto del narrador de «quemar las naves», yo mismo como autor y como hombre me salvé”.


Carrera de éxitos
Los hits de TVN
Su carrera en el canal estatal fue meteórica desde que adaptó la brasileña “Bellas y audaces” (1988, en el recuadro) y después la injustamente olvidada “A la sombra del ángel” (1989), donde su trama recorría desde los años 40 hasta la actualidad. “El ambiente del área dramática era relajado a nivel de guionistas. No así para los actores, por cuanto circulaban listas negras”. Después vendrían hits como “Trampas y caretas” (1992) o “Estúpido cupido” (1994). Todas, ya parte de la cultura pop.


Los otros 70
“La vida cultural fue un desastre”

“La vida cultural a inicios de la dictadura fue un desastre. Se cambiaron todas las reglas del juego. Lo que era blanco se convirtió en negro y viceversa. Para un muchacho educado en la U. de Chile, durante la UP, parecía casi imposible sobrevivir”, reconoce Marchant.

Dice que, a pesar de todo, fueron buenos tiempos como hombre de medios.

“Nunca me interesó mayormente el periodismo, aunque paradójicamente creo que lo mejor de esa etapa lo realicé en la Paula. Tuve la oportunidad de hacer entrevistas muy importantes como a Delia del Carril, María Romero, y cubrir Cannes. Era difícil representar a una revista chilena en esa época. Me acuerdo que tanto Melina Mercouri como Simone Signoret me rechazaron por venir de la dictadura de Chile”.

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