El joven académico dice que los chilenos no hablamos mal y que las célebres elucubraciones de Raúl Ruiz sobre nuestro modo de hablar son puro chamullo.
Por J.C. Ramírez Figueroa (25 de septiembre 2015, La Segunda)
Fue por J.R.R. Tolkien que Darío Rojas (31) descubrió el poder -y las posibilidades- del lenguaje. En la saga “El señor de los anillos” y “El hobbit”, el escritor británico inventó mundos, palabras e idiomas con múltiples variaciones como el élfico. Y, además, era filólogo.
“Estudié esta carrera por su influencia. Pero lo que más me interesa es que salga de la academia y entre al escenario público. Porque, al final, el lenguaje es la excusa para hablar de otros temas como el poder y los cambios sociales”.
El lingüista y doctor en Filología Hispánica acaba de publicar “Por qué los chilenos hablamos como hablamos” (Uqbar) y será invitado al Puerto de Ideas en Valparaíso, el 7 de noviembre.
Allí hablará junto al director de la Academia de la Lengua, Alfredo Matus, sobre los mitos de nuestro lenguaje: somos los que peor hablamos el castellano en el continente, o decir que “la calor”, “gánese acá” o “haiga” sea un delito social.
“Y no tienen sentido práctico porque se entiende lo que se quiere decir. Esa gente que corrige al otro revela pedantería y prejuicio. Pero también transforma al lenguaje en el último reducto de quienes sienten que tienen capital cultural privilegiado. ¡Pero reman contra la corriente y hacen el ridículo”, dice sentado en uno de los salones de la Academia, donde es miembro.
“Acá analizamos todo, incluyendo garabatos o términos sexuales. Como la mirada del cocodrilo”, dice riéndose.
Chamullos lingüísticos
“Los chilenos no hablamos mal. Esa es una baja autoestima que tenemos y que hay que romper. Es un mito que viene desde tiempos de Andrés Bello, que era racionalista y defendía una forma de hablar el castellano”.
Y propone la siguiente imagen: “Si la Presidenta o el Presidente de Chile dice en un discurso «Queremos que haigan personas que reciban tal beneficio», ¿está hablando mal? Para nada. El haigan dice más bien que es una persona que se crió en el campo y aprendió esa variante. No es alguien ignorante, porque es totalmente eficiente en lo que dice: todos le entendemos lo que quería comunicar. El problema es de quien se escandaliza. Eso revela prejuicio y desprecio ante determinado grupo humano”.
-Raúl Ruiz dijo que los chilenos usaban una “lengua flotante”: sin verbo ni sujeto, “lo que hace que hablen horas y no se sabe de qué” y “todo chileno habla exclusivamente entre comillas”. Es decir con mucha retórica y entonación.
-No puedo elaborar mucho sobre lo de Ruiz, que es puro chamullo. Lo de “hablar sin verbo ni sujeto o entre comillas” no entiendo a qué se refiere. Son quizá sus impresiones, pero no alude a nada específico del español de Chile. Muy probablemente en muchas otras partes del mundo la conversación oral sea así: con elisiones, sin terminar las frases, con rodeos.
-Lemebel destacaba el “tsss” o “chaa”, según él, remanentes de la oralidad indígena.
– Otro chamullo. Quizá pueda comprobarse en el futuro, pero no hay estudios científicos sobre el tema, así que por ahora es chamullo. Ese tipo de interjecciones u onomatopeyas se dan en todos los países, incluso en España, así que no sé si se pueda atribuir a oralidad indígena. Las interjecciones específicas de Chile, eso sí, podrían ser algunas de origen indígena pero no se ha estudiado.
-Pero hay un humor y juegos de palabras particularmente chilenos. El concepto de talla.
– Es cierto que se puede ver con frecuencia en el español de Chile. Para el humor, basta con pensar en todas las comparaciones del tipo “más que…”, como “más rayado que gato de charango”, que casi siempre son humorísticas. Y los juegos de palabras. “Paronimias festivas” se llaman técnicamente: “nos Belmont” o “¿y Boston?”. También son chistosas. Pero no sé si la talla sea algo particularmente chileno, yo en muchos países he visto que en la comunicación coloquial explota el humor.
Medel rompió el mito
“¿Te fijas que hay un patrón? Casi siempre se piensa que hay cosas que nos particularizan a los chilenos, pero en realidad más bien son cuestiones comunes que tenemos con el resto de los hispanohablantes, aunque en los detalles particulares pueda haber diferencias”.
-¿Ha cambiado el habla del chileno en la última década?
-La lengua va cambiando siempre. Y si se ha transformado es en léxico gracias a la tecnología. Palabras en inglés que entran por internet, el uso de iPod o celulares. Pero no se sabe si se quedarán o desaparecerán. Durará hasta que la aplicación siga vigente.
-¿Qué pensaste de la “chispeza”, de Gary Medel?
-Llamó la atención que viniera de un futbolista, que no es el prototipo del hombre culto y educado que lleva el idioma por las sendas correctas. Medel rompió el mito de que sólo la gente culta y educada tiene buen sentido del idioma. ¡Todos los hablantes lo tenemos!
-¿Y como ves figuras como el profesor Banderas o Campusano?
-Ellos representan una forma autoritaria de imponer el idioma. Muy acorde con quienes nos gobernaban.
“El lenguaje es poder”
“Hace 30 o 40 años, decir «vos» o sus formas verbales como «tenís, querís, pensái» se usaban comúnmente. En la televisión, por ejemplo. Lo mismo con «bacán» o «mina», que eran vocablos del coa y que primero son adoptados por los jóvenes. El lenguaje cambia paralelamente a la sociedad chilena. En la medida en que surgen nuevos actores sociales, el lenguaje se des-elitiza. Hasta el «huevón» o «la raja» se usan en los spots. Estamos entendiendo como país que lo diferente no es malo. Son cada vez menos los que se escandalizan. El lenguaje va de la mano con como ha cambiado la sociedad.
-Aún sucede que si alguien imposta una voz “cuica” será mejor atendido que si habla amablemente.
-El lenguaje es poder, en la medida en que es índice de pertenencia a un grupo social u otro. Cuando hablamos, actuamos una forma de hablar para mostrar al otro una cierta imagen. Y como en Chile importa mucho la pertenencia a un estrato social, somos muy clasistas.
-Y al cambiar la disposición sólo por un tono de vez demuestra eso.
-Somos muy sensibles a aquellas características del hablar que connotan pertenecer a un estrato social. Un ejemplo muy claro es el de la “ch”, que si se pronuncia sh connota clase baja, mientras que si es algo como t ch connota lo contrario. El poder asociado a estas pronunciaciones no es consecuencia de que una forma sea mejor que la otra, o más bonita. Se debe simplemente a que están asociadas arbitrariamente a un grupo social. Si por equis razón se llegara a asociar la tch al estrato bajo, nuestra sociedad clasista la estigmatizaría.
-¿Pero hay una pobreza del habla de los chilenos al manejar pocas palabras?
-Yo evito hablar de “pobreza” en el lenguaje. Porque es algo muy relativo y muy manoseado por los fetichistas de la alta cultura. Los dialectos y lenguas siempre son más que suficientes para comunicar ideas complejas y para portar identidad. Si tuvieran pobreza, simplemente no existirían.
El léxico del gobierno:
El lenguaje como un disfraz que embellece lo feo”
El Gobierno ha generado frases importantes como “Me enteré por la prensa”, “Realismo sin renuncia” y ahora “Fuego amigo”. El académico dice que la gente percibe que son frases hechas. “Es fácil percibir las estrategias de los grupos políticos que están tras ellas. Y se percibe la intención de engaño, porque se ven como eufemismo que ocultan situaciones más complejas. La gente ve que se está evadiendo el problema real”.
-¿Qué te llama la atención de este lenguaje del poder?
-Más que el lenguaje mismo, es la actitud detrás de los políticos que se vuelven caricaturas y clichés. Como el “paso”, de Bachelet. Pero eso incluye todo el espectro. Como Piñera enumerando siempre tres puntos en su discurso. El uso de ciertos clichés lingüísticos vuelve fácil burlarse. Porque se siente que evitan referirse a las cosas como son.
-¿Qué les dirías tú a los equipos asesores que construyen este lenguaje?
-Independientemente de si la gente les cree o no, está bien que quieran satisfacer a su cliente. Pero también hay un punto de vista moral. Lo que dicen son ofensas. Aunque parezcan eficientes, en términos comunicacionales decir “me enteré por la prensa” es una forma inmoral de asumir una irresponsabilidad. El lenguaje como un disfraz que embellece lo feo.
-¿A largo plazo no funcionarían?
-No, porque a largo plazo, toda hipocresía sale a la luz. Cuando se descubren las cosas quedan mal. Hay que decir las cosas como son. Esa es la responsabilidad del mundo de la política. Los políticos transformaron el lenguaje en una forma de perversión que se usa para ocultar cosas.