Especialista en el autor inglés, la académica lo defiende como nuestro más rabioso escritor contemporáneo.
Por J.C. Ramírez Figueroa (8 de abril 2016, La Segunda)
“Shakespeare y Derechos Humanos”. Esa fue la tesis con que Claudia Echenique (53) se tituló el año pasado como Doctora en Teatro. Fue en la U. Estatal de Campinas, Brasil, país donde vivía con su marido por trabajo. Basada en esta investigación, el 15 de abril estrenará en el GAM “Perfoconferencia: Shakespeare, nuestro contemporáneo”. Un formato inédito -10 actores y músicos mezclando conferencia y montaje- para enfocar piezas como “Otelo” o “La Tempestad” con los DD.HH.
La batalla de esta directora teatral de voz ronca y carácter fuerte es demostrar que el autor, a 400 años de su muerte, es rabiosamente actual. En Chile, por ejemplo, está “Macbeth”, donde la traición es la verdadera protagonista, postula.
“Macbeth acuchilla al rey Duncan, que duerme bajo su techo. Él piensa que transgredir un poco sus principios es un desvío pasajero. Dirá: «¡La sangre llama a la sangre, y estoy tan metido en ella, que ya no puedo hacer nada!»”.
Y en eso estamos hoy, dice Echenique. “En la obra, el límite de la ética es constantemente movido por Macbeth para cometer sus asesinatos. «No pasa nada si es solo una muerte, una boleta, una tortura, una colusión…». Total, es un desvío pasajero, nunca permanente. ¡Error!”.
House of cards
Mientras Shakespeare escribía esa obra, Jaime VI -que llegó al poder tras la muerte de la reina Isabel, hijo de la prima hermana María Estuardo, a quien ella había decapitado- descubrió 36 barriles de pólvora en un subterráneo. Era debajo de las casas del Parlamento donde se haría el acto inaugural del gobierno. “Este iba a ser el primer acto terrorista en la historia de Inglaterra. Los conspiradores, un grupo de aristócratas extremistas, querían eliminar al rey Jaime y a todos los altos cargos de gobierno, para devolver a Inglaterra a la fe católica”, contextualiza Echenique. Los conspiradores fueron torturados, descuartizados y ahorcados; y sus cabezas exhibidas en picas.
“Seguramente el autor se sintió motivado por la necesidad de orientar la discusión pública hacia los temas contingentes que se estaban dando en ese momento político y particularmente convulso. Quería generar reflexión en torno a la traición y la justicia, pero por medio de la belleza poética y la potencia de la acción. Algo muy parecido sucedió y sigue sucediendo en el teatro chileno. Nuestros creadores hacen eco de esas convulsiones llevándolas a escena”.
-Hamlet recurría a una obra dentro de la obra para desenmascarar las operaciones del poder. Acá con “House of cards” los políticos sonríen solamente.
-Claro, uno podría suponer que incluso es un mecanismo de defensa al verse reflejados en esos personajes. Si analizamos “House o cards”, pronto nos percataremos de que los recursos utilizados son los mismos que utilizaba Shakespeare. Al enfrentarse a este tipo de series, a los políticos no les queda más que reaccionar como lo hace el rey ilegítimo Claudio en “Hamlet”: pidiendo que prendan la luz y cortando con la representación.
-Dice que Shakespeare muestra el engranaje de la vida y los mecanismos de la violencia. ¿Sigue aplicando para esta sociedad contemporánea?
-Por supuesto. Hemos sido testigos de cómo la corrupción deteriora y destruye el tejido social. Perdemos la fe en los políticos y nos rebelamos frente a la injusticia. En las tragedias vemos cómo las acciones políticas, basadas en el terror o motivadas por intereses personales, como ganar dinero fácil, perjudican el desarrollo de las naciones.
Para la académica, Shakespeare nos advierte todo el tiempo acerca de la importancia de la justicia al servicio de todos los ciudadanos. “La transparencia que tanto reclamamos hoy y que se requiere para gobernar con legitimidad es un tema de la contingencia contemporánea que Shakespeare ya promovía hace 450 años. Cuando un gobierno se instala desde la transgresión y desde la ilegitimidad, cuando un gobierno persigue y tortura, nada que surja de él podrá borrar el aspecto viciado en que este se originó, ni menos el daño que causó. El desencanto y el desprecio que muchas veces sentimos los ciudadanos hacia la política y su implementación práctica es producto de los modos viciados con que ha operado el poder históricamente”.
La académica dice que sin duda toda nuestra historia puede vincularse a Shakespeare. Como en “Ricardo III”, ahí podemos encontrar una forma de operar “cuidándose las espaldas. Este rey es representado por Shakespeare como un artífice del mal, uno de los personajes más atractivos de todos los villanos. Con este príncipe asesino de niños entendemos de facto lo que es la ‘real politik’ sin lugar para los débiles, donde el fin al que conduce el crimen justifica el todo vale”.
-¿Podemos profundizar en esto que le leí: “En las tragedias de Shakespeare puede encontrar una lectura para el proceso que vivimos en las dictaduras”?.
-La gran diferencia entre una tragedia griega y una shakesperiana radica en que la primera opera la predestinación y la segunda otorga a sus personajes autodeterminación, lo que finalmente les permite discernir. Bien o mal, los personajes que habitan el imaginario shakesperiano deben decidir. Por eso, el “ser o no ser” de Hamlet es fundamental. Siguiendo esa línea, creo que fuimos arrastrados por personas que detentaron el poder ilegítimamente y que tomaron decisiones por nosotros. En este sentido, es fundamental darse cuenta de que cuando el pueblo latinoamericano comenzó a percatarse de su propia autodeterminación bajo principios democráticos, las dictaduras cayeron, por más que el destino dijera lo contrario.
Patrones dramáticos
Venganza y conspiraciones
“En Shakespeare podemos reconocer diferentes patrones dramatúrgicos o estructuras que se repiten y que sirven de molde argumental. Por ejemplo, las conspiraciones políticas para alcanzar el poder. Si se llega al poder de forma legítima, no hay conflicto. Si se llega al poder por medios ilegítimos, lo que tenemos como resultado es un tirano que después de abusar de su pueblo caerá desde lo alto para enfrentar una muerte segura. Otro patrón dramatúrgico es ‘la trágica rueda de la venganza’, cuando los hijos no perdonan las afrentas emprendidas en contra de sus padres, y buscan vengarse para obtener justicia. Shakespeare en su dramaturgia dice que el perdón es lo único que puede quebrar el ciclo de la violencia. La llave de la poética de su obras es cristiana”.