El arquitecto Javier Vergara quiere que las avenidas dejen de ser estacionamientos, habla sobre Pokémon GO y critica el asistencialismo.
Por Juan Carlos Ramírez F. (9 de septiembre 2016, La Segunda).
El 22 de octubre se viene un nuevo Malón Urbano en Recoleta, entre el cerro Blanco y el San Cristóbal. Otra de las reuniones que invitan a los vecinos a decorar calles, pasajes o plazas, llevar comida y compartir.
“Hay una cierta lógica en Chile: tenemos muy bonita la casa, pero la calle nos da lo mismo. Por eso es importante el colectivo, compartir la calle. No saber quién es tu vecino te inseguriza. Y enrejas tu casa, le pones cámara y te aíslas de la ciudad”, dice Javier Vergara Petrescu, director ejecutivo de Ciudad Emergente.
La ONG de Vergara -arquitecto UC, especializado en diseño urbano en la London School of Economics- realiza estas juntas desde 2012 en zonas de Santiago, como Bellavista, Recoleta, Providencia, además de ciudades como Valparaíso y Antofagasta. Está trabajando con la embajada de Reino Unido para replicar lo que ocurre allá, donde han logrado convocar a 7 millones de personas. Y es probable que ahora el modelo se exporte: ya fueron contactados por la Washington DC Office Of Planning para replicarlo, en conjunto con América Solidaria. También son finalistas del premio de innovación nacional Avonni en categoría cultura y les han llegado solicitudes para hacerlo en Perú, El Salvador, Colombia y Argentina.
“No estamos inventando nada nuevo”, advierte. “Esto era una práctica antigua que, producto de cambios sociales y económicos, se fue perdiendo. El desarrollo no puede medirse por la acumulación de capital que genera un país. Si lo medimos así, Antofagasta tiene el PIB de Nueva York, pero tiene mala calidad de vida, microbasurales, y la gente no se conoce”.
-¿Cómo medirías el desarrollo?
-Por la capacidad de las personas de vivir el tipo de vida que les interesa vivir.
Encerrados en las casas
-Que en Chile nos hayamos encerrado, ¿es fruto de la dictadura?
– Aunque tuvo un impacto, no podemos asociarlo a algo puntual. Hay gente que no vivió eso y tiene otra relación con el espacio, más libre y desprejuiciada. Es cosa de mirar en el patio del GAM cómo bailan. La pérdida de la escala humana en una ciudad es algo global. Las ciudades están fuertemente diseñadas para el auto, no para los personas. Así, los espacios públicos se convierten en muy buenos estacionamientos o para ir de un punto a otro.
-Los vecinos de la plaza Yungay han recuperado su patrimonio, pero se quejan de la burocracia municipal.
-Sería bien deseable que a nivel de política pública, las cosas no fueran tan asistencialistas. Si no, la gente se siente al debe o que la institucionalidad no hace lo que corresponde. Y esa lógica es perversa, nosotros tenemos un kit de ideas para hacer el malón en la calle. Si las autoridades permitieran cerrarla de una manera sencilla, todo funcionará más fácil y rápido.
¿Palabra negativa?
El fin de semana pasado la calle José Miguel de la Barra amaneció llena de puntos celestes y autos circulando muy lento. Fue otra acción del grupo que dirige Vergara, llamada “Calle compartida”.
“El tema era descontaminar la ciudad y generar responsabilidad en las personas en lugares donde generalmente domina el auto. Esta vez fue a la inversa. No era un cierre total: el auto circulaba a 10 km. Y no hubo accidentes”, dice, satisfecho.
-Con Pokémon Go, Uber, ustedes ¿se nos achica la ciudad?
-Es un buen punto. Yo creo que se están generando nuevas conversaciones que están eliminando ese viejo vocabulario donde el concepto calle lo asociábamos a cosas negativas: “Situación de calle” o “callejear”. ¡Si al final la calle es lo más atractivo de una ciudad!
Agrega que los malones “derriban estigmas. A veces crees que vives en un barrio de viejos o medio peligroso. Como es una actividad gratis, pública y abierta, llega gente que no suele participar en otras actividades como en la Junta de Vecinos.
“Es que son muy poco sexys. Acá conoces a alguien que hace pan y otros quieren que les enseñe. O se quedan cuidando a los niños. En este barrio (Clemente Fabre, Providencia), un señor se disfraza de viejito pascuero en Navidad para reencantar a los vecinos”.