Outsider, ex creyente y amigo de Mariana Callejas, irrumpe con una nueva colección de cuentos.
Por Juan Carlos Ramírez F. (8 de noviembre de 2016, La Segunda)
Más que outsider o escritor de culto, Carlos Iturra se asume como un autor “oculto”. Conservador, ex creyente, alguna vez adherente de Pinochet y amigo de Mariana Callejas, nada de esas “incorrecciones políticas” le impidieron ganar el concurso de cuentos Paula o el Municipal y mantener una carrera impecable.
“Unos cuantos me consideran el mejor cuentista chileno en acción: tampoco es que haya mucha competencia, bromeo yo. Mientras que otros me llaman escritor de culto: Oculto será, les respondo”.
Acaba de publicar “La duración promedio del presente” (Catalonia), donde las voces de sus personajes trascienden a su propio campo de batalla: artistas, poetas, hijos en busca de sus padres, funcionarios grises. En el cuento que da título al libro -sobre una paternidad quebrada- hay frases que en el contexto alcanzan vuelo propio. “Ningún argumento funciona o merece leerse si la materia verbal con que está hecho no es la precisa. Sin la palabra correcta, puesta en la forma exacta, no se logra lo verosímil ni se convence al lector. Como leí que dijo una vez la Mistral, de seguro reformulando una vieja idea, cualquier historia merece ser contada; el asunto está en cómo se cuenta”.
Ex creyente
Dice que fue creyente (“y de los conservadores”), pero ahora se liberó de la fe. “Lo que resulté ser fue un liberal. Incluso un neoliberal, si es que esto significa algo”, dice.
“Soy agnóstico. Estimo más valioso pensar en Dios que creer en él. Declararse ateo demanda tanta fe como al devoto. Aunque a la inversa. Pienso que la moral dogmática, conservadora, es en verdad una rémora para el progreso moral de la humanidad. Solo un ejemplo: su tenaz resistencia a admitir nuevas formas de familia. En vez de ampliar el concepto, prefiere lanzar la acusación por completo falaz de que se quiere destruir la familia.
Iturra profundiza: “Lo que uno quiere es una actitud menos mezquina y un concepto menos estrecho de familia. Una mejor disposición a compartir las bondades de la familia tradicional con otras diferentes, nuevas, en vez de negarles el acceso a esa categoría intrínsecamente humana”.
Literatura gay
El autor lee ahora los clásicos. Quiere saldar deudas -dice- con Homero, “La divina comedia”, Tolstoi, “En busca del tiempo perdido” y Henry James.
“Todo lo que por fortuna no leí cuando joven”. Tal vez cuando termine pueda leer a los más jóvenes, aunque critica “la clientela promedio de las librerías, pervertida por el rating de los más vendidos”.
Tampoco le quita el sueño que las temáticas homosexuales, como la que está en “El discípulo amado y otros paisajes masculinos” (2012), ahora sea un género que vende.
-La literatura gay. ¿Es un género en sí mismo? ¿No será literatura, no más?
-Es un tema complejo en el que no he logrado certezas definitivas. Literatura es lo que está bien pensado y bien escrito. Y ahí coincido: que hable de amor entre personas del mismo o diferente sexo es irrelevante, además de que existe desde siempre, milenios antes de la palabra gay, que es de los años 60, y aún del término homosexualidad, que es de mediados del siglo XIX. Anterior incluso a Lesbos, a Atenas, a Sodoma: es parte de la herencia humana eterna.
-Quizá es una categoría, un argumento de venta.
-Cuando hay que ponerles etiqueta a los géneros literarios, salvo por utilidad comercial, la cosa se vuelve subgénero, en sentido peyorativo: novelas del Oeste, o románticas, best-sellers, literatura gay o feminista o erótica o política… revelan que no les basta ser literatura y que requieren de muleta adicional.
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