Tras una década encerrado Ignacio Fritz, ex columnista The Clinic y novelista precoz ajusta cuentas con dos libros fantásticos, violentos y delirantes, editados al mismo tiempo.
Por Juan Carlos Ramírez F. (14 de noviembre de 2016, La Segunda)
Ignacio Fritz (36) dice que vive como Batman. Tras la muerte de sus dos padres, se mantiene con los departamentos que heredó. Pero también de la editorial Contracorriente -que ha publicado a Marco Antonio de la Parra y Thomas Harris- que mantiene junto a su esposa, la socióloga uruguaya Eglé Vera. En 1998, a los 18 años, debutó la Zona de Contacto, aprendió a boxear, escribió un par de elogiados libros, se perdía en los bares y fue columnista estrella en The Clinic.
Su sección “Nihilista al acecho”, recopilaba sus excesos junto a sus amigos escritores. Pero algo pasó, se peleó con la gente -incluyendo enfrentamientos físicos con el editor Sergio Gómez-, entró en una clínica de rehabilitación y desapareció.
Ahora, vuelve con dos novelas simultáneas: “El festín de los engendros” (Das Kapital Ediciones, 2016) y “La indiferencia de Dios” (Forja, 2016). En ambos hay muerte, ultraviolencia, delirio y un lenguaje escrito como doblaje hecho en México en los 80.
“Ahora hago literatura de género, de nicho. Mis influencias son variadas, pero últimamente me gusta Lem y Ballard. Ellos me llevan a hacer algo que no tiene recepción porque en Chile la Academia sigue pegada con el realismo chato”.
Bicho raro
La narrativa de Fritz juega con la cultura pop y lo fantástico, a veces llegando a lo monstruoso. Pero también incluye extraños momentos de humor. Algo que lo ha vuelto inclasificable e incluso resistido entre editoriales y colegas que, en todo caso, ya no frecuenta.
-¿Te sientes un bicho raro dentro de la narrativa nacional?
-Efectivamente, me siento un bicho raro del mundo literario chileno. No he tenido la suficiente empatía y cordialidad para que mis pares me inviten a cumpleaños y asados. En realidad, no sé hacer lobby ni relaciones públicas, tal como hacen los escritores jóvenes de hoy. Simplemente, no me sale.
-Pero tuviste un periodo de “fama” y luego te encerraste. ¿Podrías hablarnos de ese proceso, en perspectiva?
-Hace 11 años se habló harto de mí, yo creo que por morbo. Di una entrevista ebrio y el periodista se aprovechó de eso. Ese periodista es uno de estos escritores jóvenes que buscan su oportunidad y no dan puntada sin hilo. En fin. También creo que cometí errores.
-¿Qué tipo de errores?
-En la madrugada llamaba borracho a gente que consideraba que tuvieron un trato injusto conmigo. Ciertamente, hubo gente comprensiva, pues mi estado mental en esa época era algo caótico. Esas oportunidades mediáticas las desaproveché. Paso desapercibido, porque no escribo realismo ni de mi infancia en la dictadura.
-¿Y qué visión tienes de los escritores chilenos?
-Hay una hoguera de vanidades. Se hacen grupos y se ayudan entre ellos. Abordan temáticas parecidas en esos grupos. A mí siempre se me comparó con Fuguet, y hubo grupos sectarios que no me querían en sus filas. Generalmente los escritores low profile son más sinceros que los que están en la cúspide. Al único que está en la cúspide y le creo es a Skármeta.