Jurado del Premio de Arte Joven Mavi/Minera Escondida analiza a la nueva generación.
Por Juan Carlos Ramírez F.
Para hacerse una idea de las temáticas y estéticas del arte joven chileno, una buena alternativa es recorrer la exposición dedicada al XI Premio de Arte Joven Contemporáneo Mavi/Minera Escondida.
Este año, el ganador fue “Hawker Haunter”, de Cristóbal Cea Sánchez (35), video instalación en 3D que muestra a un caza Hawker Hunter (el modelo que bombardeó La Moneda en 1973) con la cabina cubierta por una gran bolsa plástica.
El segundo lugar, “Puedo juzgar 1946”, de María Ignacia Mora (24), es una caja de 2 metros cuadrados llena de azúcar y arena donde posan 8 castores modelados y vaciados en cera de abeja. El tercer lugar fue para “Susurros chinos”, de Pascuala Lira (34), instalación consistente en 6 tablones de coihue de 3 metros de altura que hacen referencia a motivos fitomórficos de los murales andinos del barroco novohispano.
La artista Paula Salas ganó la primera versión el 2008 y este año formó parte del jurado. Con una obra centrada en pinturas y video, cruza antropología, etnografía y arte colonial para hablar de nuestra identidad.
-Milan Ivelic decía que desde los 90 el arte chileno se caracteriza por una “dispersión”. ¿Es difícil hablar de movimientos o escenas?
-No creo que haya un solo punto en común, pero sí algunas tendencias. Acá vimos varias obras que combinan arte, artesanía y diseño. Muchas de ellas rescatan tradiciones antiguas como la cestería chilote, la alfarería, el bordado y el telar. Me parece que sí hay en la escena del arte contemporáneo una tendencia academicista dominante. Los artistas tendemos a trabajar de maneras coherentes, lineales, siempre con fundamentos y objetivos claros. Esto se refleja en obras serias, contundentes, pero que a veces excluyen procesos experimentales o lúdicos. Digo esto como una autocrítica también.
Por estos días, la artista, que hace clases en la UC, expone en el MAC de Quinta Normal. “Una explosión sorda y grave, no muy lejos” investiga los campos minados del norte. Está hecha con el colectivo Agencia de Borde, formado también por Rosario Montero y Sebastián Melo. Además, está trabajando con colegas y antropólogos en la población Brasilia, de San Miguel, en torno a los murales urbanos.
-Considerando la obra de Cea Sánchez, ¿son los traumas del pasado reciente importantes para los artistas?
-Su trabajo me parece paradigmático de la mirada de una nueva generación sobre la historia del golpe de Estado. Su video, a primera vista plácido e inocente, expresa una tensión insostenible. Y no es sólo el anuncio de un ataque aéreo inminente, sino la tensión de todos nosotros, nacidos después del golpe. Crecimos sintiendo por estos hechos que nunca llegamos a ver.
Una de las cosas que le interesan es que han surgido muchos colectivos al calor de los movimientos reivindicativos de los últimos años, especialmente en torno a la educación de calidad.
Una nueva escena
“Me parece que hay un espíritu de lucha, una voluntad de construirse su propio futuro y no quedarse esperando que los llamen para actuar. Veo artistas empoderados, con metas claras y mucho ímpetu. Pienso que si como sociedad les damos a estos artistas las oportunidades de desarrollarse, en unos 10 años vamos a tener una escena cultural bien distinta y poderosa”.
-¿Crees que la producción de arte chileno sigue perteneciendo a una elite?
-No tengo una visión tan panorámica. Me parece que hay varias escenas artísticas simultáneas en Chile. Algunas siguen siendo propias de la clase alta, como el circuito de Alonso de Córdova y la Feria Ch.ACO. Sin embargo, hay muchas otras cosas pasando en barrios de Chile. Por ejemplo, el muralismo y el arte callejero son rara vez incluidos dentro del mundo del arte oficial. Aunque cualquier arte, incluso el graffiti, tiene un grado de elitismo, en el sentido de que hay que tener ciertos conocimientos y experiencia para apreciarlo. El asunto es cómo democratizar el acceso a esas diversas formas de arte dando acceso a los conocimientos para entenderlas.