El académico le responde a su colega peruana Carmen McEvoy, quien lo acusa de meter bajo la alfombra la Guerra del Pacífico.
Por Juan Carlos Ramírez F. (31 de enero de 2017, La Segunda)
Cuando el historiador y Premio Nacional 2008 Eduardo Cavieres leyó en este mismo diario una entrevista a su colega peruana Carmen McEvoy, no pudo evitar sorprenderse. Ella lo acusaba de meter la Guerra del Pacífico “bajo la alfombra” como “un atajo histórico para mejorar, probablemente, las relaciones binacionales”.
Específicamente, se refería al libro “Chile-Perú; Perú-Chile. 1820-1920. Desarrollos políticos, económicos y culturales”, en el que participó Cavieres junto a un equipo de chilenos y peruanos, y que se editó en Santiago el 2005 y en Lima el 2006. Volumen que se suma a varios donde ha participado -y que desmienten a la peruana- como “Chile-Perú, la historia y la escuela” (2006), para escolares de básica y media de Tacna y Arica, y el reciente “Integración en la Triple Frontera: Bolivia, Chile y Perú.
“¿Se podría decir que ponemos la guerra debajo la alfombra?”, se pregunta.
Enfrentar la Historia con respeto
Cavieres, que es profesor emérito de la Universidad Católica de Valparaíso y hace clases en la Universidad de Chile, comenta:
“Resulta curioso que la profesora McEvoy, para sostener un juicio un tanto peyorativo respecto a nuestra posición frente a la Guerra del Pacífico se refiera a un libro publicado ya hace 12 años por un grupo de 7 historiadores peruanos y 7 chilenos, en cuyos textos siempre hay alusión al conflicto”.
En la misma entrevista, McEvoy señalaba que “debemos tomarnos la guerra en serio” porque si nos planteamos convertirla en historia, con su contingencia, luces y sombras, será posible analizar cómo este conflicto trinacional influenció la forja de nuestra cultura política”.
Lo que molesta al profesor -que acaba de viajar a Lima para conmemorar los tres años de “El fallo de la Haya” (2014), otra publicación que aborda el tema- es que “no hay espacio para describir la cantidad de encuentros, jornadas, seminarios, que se han desarrollado tanto en universidades chilenas como peruanas sobre las múltiples formas de visualizar la guerra. No buscamos ‘atajos’ históricos, muy por el contrario, nos hemos atrevido a enfrentar la Historia, con respeto a ambos países”.
Bajo la alfombra
-¿Cual sería la forma más adecuada y razonable de enseñar la Guerra del Pacífico y sus consecuencias en un contexto multicultural como el nuestro?
-La educación es fundamental. En el inconsciente cultural y social sigue presente un muy apretado conjunto de desconfianzas, prejuicios, descalificaciones mutuas. Es una especie de nudo gordiano. ¿Cómo lo desatamos? ¿Con la espada? Pensamos más bien que con la razón, la voluntad y una reconciliación efectiva que los gobiernos deben diseñar y a lo cual las ciudadanías ya aportan y mucho.
El profesor dice que los peruanos de Plaza de Armas “ya son imagen de casi un par de décadas en que los prejuicios que se les fueron encima han ido desapareciendo lentamente”.
Y cree que “muy pronto comenzará a aumentar el número de familia binacionales”, generando nuevos desafíos por presentar una historia que unifique a ambos países, pero siempre centrada en la búsqueda de la verdad.
“Debemos prepararnos para educarlos para el siglo XXI: conociendo sus historias, la de sus abuelos, de sus padres, de la patria propia que aparece lejana, pero también con respeto y cariño hacia la otra patria propia que es la cual en que se vive. Quizás esos niños de ahora, cuando sean jóvenes, desaten sin dramatismos el nudo gordiano del presente”.
Sin embargo, no es tan optimista respecto de la historiografía:
“Está un poco delicada de salud, pero se recuperará rápidamente. La pseudohistoria, la historia nacionalista, la literatura, han ocupado parte de sus espacios tradicionales. Tenemos que crear un relato de paz que se afiance en datos y hechos reales”.