El italiano encabeza el clásico de Rossini, una historia tan clásica como contingente: el amor, el poder y la lucha contra la superficialidad.
Por Juan Carlos Ramírez F (17 de agosto 2017, La Segunda)
El cantante lírico italiano Pietro Spagnoli (53) es de los que creen que la ópera tiene un fin social. “Al final, cuando vas a ver una obra, buscas algo que te haga pensar, que te deslumbre interiormente”, dice, moviendo las manos, en su camarín del Teatro Municipal.
“En Europa te podría decir que la ópera es mucho más experimental que en Latinoamérica. Pero ese es un riesgo: muchas obras son sólo actualizaciones y no muy bellas. Si son clásicos es porque tratan de temas que siempre han atormentado al hombre: el amor, el poder, la violencia. ¿Es realmente necesario experimentar escenográficamente con eso?”.
El barítono forma parte del elenco internacional de “La cenicienta”, de Rossini, que se estrena este sábado. Encarna a Don Magnífico, padrastro de la protagonista, quien busca casar a sus otras hijas -Tisbe y Clorinda- con el príncipe y volver a recuperar su estatus social.
“Es muy tradicional. Con personajes bien marcados; los malos son muy malos. Con la vieja idea de que lo interior es lo realmente importante, que la belleza física es algo superficial. Aunque también hay contradicciones: alguien muy bello exteriormente puede ser horrible en su interior. El príncipe no va a buscar la belleza de la Cenicienta, que es preciosa por lo demás, sino que a buscar su alma”.
-¿Podemos decir que la ópera como formato más que personajes específicos son arquetipos que podemos encontrar en todos lados?
-¡Claro! De eso se trata. De llevar el carácter al extremo. Los malos son estéticamente feos. Debe ser claro para el público que el malo se manifiesta incluso en lo físico. Es que nosotros encarnamos las emociones humanas y sólo pueden ser comunicadas a través de lo exagerado. “La Cenicienta”, en cierto sentido, es una ficción absurda que permite entender la realidad.
-¿Sigue siendo una obra contingente a pesar de ser creada en 1917?
-Seguimos buscando la verdad. Sigue existiendo el culto a lo exterior: tener un buen traje, un coche fabuloso. Sigue siendo importante en qué lugar nos ponemos frente a esta realidad. Además, el amor no cambia. Los hombres de las cavernas se enamoraban igual, aunque la vida era más dura. En la época de “La Cenicienta”, los matrimonios eran por conveniencia, por eso era normal tener amante. Era aceptado. Pero sólo la ópera podía escenificar esos conflictos. Los matrimonios por conveniencia eran temas de los que no se hablaban, menos todavía en las clases altas que poseían el poder.
-¿Crees que esa contradicción entre el exterior e interior de “La cenicienta” se parece a como nos manejamos en las redes sociales?
-Es que las redes son una plaza. Muchas veces proyectamos lo que no somos. Pero a veces también mostramos cosas que deberían ser sólo para tus amigos de confianza. Revelamos tanto de nuestro interior, que nos deja desprotegidos de las personas malas. Nos vuelven vulnerables.
Culturalmente socialista
Spagnoli es un viejo conocido del Municipal, donde debutó en 1995 con “El barbero de Sevilla”. Vive en Suiza. Ahí tiene una casa cerca de un bosque y un río. Pasa un par de meses al año allí, ya que por su trabajo debe estar permanentemente viajando. Y aunque no le molesta del todo, a veces extraña el descanso en la naturaleza. Pero también siente que su función como artista tiene algo político y sagrado que justifica los viajes.
-¿Crees que la ópera sigue siendo elitista tanto en Europa como en Latinoamérica?
-Yo me defino culturalmente como socialista. Soy de los que creen que el arte debe ser de todos. Que es parte esencial de la vida, como la educación y la salud. Que esto no debe ser de una élite, sino que pertenece a la comunidad. Que hay que intentar masificarlo por todos los medios. Imagínate lo que es ver una ópera por primera vez. ¡Te puede cambiar la vida entera! A veces los amigos de mi hija la molestan cuando va a ver ópera. Dicen que es música de viejos. La ópera siempre es actual. Y se puede escuchar al mismo tiempo que el hip hop, rock o reggaetón. No hay fronteras.