Verónica López, fundadora de Cosas, Caras y Sábado: “En tiempos difíciles, nadie nos quitaba lo comido y lo bailado”

Fue despedida por Piñera. Desafió a algunos personajes de la dictadura usando el jet set de escudo. Y ahora lo cuenta todo.

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Por J.C. Ramírez Figueroa (29 de septiembre 2017, La Segunda)

“Cosas”, “Master Club”, “Caras” y “Sábado”. Verónica López ha pasado cuatro décadas creando revistas. De ésas que arman ruido, pauta, conversación, siempre con un equipo mayoritariamente femenino.

Y su trastienda es lo que cuenta en su libro “40 años de revistas” (Catalonia). 240 páginas en las que no sólo repasa su historia y las portadas más emblemáticas, sino también los fracasos y la “cocina” de esas publicaciones que marcaron los años de Pinochet y, luego, la transición.

“En esos tiempos pasaba de todo. Estábamos en plena censura política. Había que tener cojones para transgredir el sistema”, dice la periodista, académica de la UC, que cierra así “un circuito” en su vida. Aunque tiene claro que estaba en una vereda distinta a la prensa de oposición, como “Cauce”, “Análisis” o “Apsi”, “el miedo estaba presente en todos los periodistas”.

Su primera aproximación al conflicto fue con la revista “Contigo”, fundada en 1974. “Se suponía de moda y tejidos, y nos metimos en la actualidad con todo. En temas políticos como el asesinato del general Oscar Bonilla y en temas valóricos, como «el confesionario», donde hablamos del aborto. Me lo pasaba metida en el Diego Portales”.

Dos años después, junto a Mónica Comandari, fundó “Cosas”, patentando un mix de farándula y actualidad. “Tener a Carolina de Mónaco en la portada nos salvaba”, dice riéndose, a propósito de una marca registrada de la publicación que también incluyó a Cecilia Bolocco, la princesa Diana o Raquel Argandoña. Mientras López se dedicaba al diseño, Mónica se enfocaba en la farándula. “Ella adoraba el jet set y para mí era chino”, escribe en el libro.

En la revista comenzó a notar que el público era clase media, y no ABC1, algo que definiría todo su trabajo futuro. “Nuestra élite son muy pocas personas, generalmente suscritas a revistas extranjeras. Quienes compran son clase media, que hoy es más vasta, pues nuestra clase media baja hace rato ya que pasó a ser clase media pudiente. El logo, el diseño, la socialité era la élite, la aspiración de quienes iban subiendo en la escala económica”.

-Patentaste en Chile la fórmula del New Yorker y Rolling Stone: usar lo “pop” para meter política sin que nadie se dé cuenta demasiado.

 ¡Sí! Igual costó en Chile instalarla, porque la gente es muy seria. Tenemos una mentalidad tan conservadora, que es extrema, incluso si nos comparamos con países que parecieran ser más católicos, como Colombia. Acá es el colmo el nivel de los debates; los papás creen que por aprobarse el matrimonio igualitario sus hijos se van a ir a vivir con otros hombres de inmediato.

Esto lo comprobó en persona tras trabajar en la revista “Semana” de Bogotá, a mediados de los 1980. “Me acuerdo de momentos insólitos como tener a los guerrilleros del M-19 en la redacción tras la aprobación de la Ley de Amnistía. ¡Dejaron las armas en la entrada y nosotros entrevistándolos con toda calma”, dice.

Mentalidad conservadora

Ella es de la generación que estudió periodismo en la UC en los 1960, años revolucionarios como ella misma los llama. “Sobre todo para las mujeres, que en general no optaban por carreras profesionales todavía en esa época. Eso por desconocimiento, por los valores en sus familias, por falta de acceso, no de dinero, pues yo estudié gratis en la UC”.

Aunque manifiesta que lo impresionante es la generación anterior, dice: “No sé siquiera si llegaremos a igualarla: Raquel Correa, Silvia Pinto, Delia Vergara. Para qué decir quienes las antecedieron, como el emblemático caso de Lenka Franulic. Lo interesante es que mi generación se vino con todo. Nos pusimos a trabajar a los 18 o 19 años. Me tocó ir a reuniones de pauta de la revista «Algo Nuevo» a la medianoche, en el bar El Tufo, que era donde nos citaba Tito Mundt, el jefe de crónica de La Tercera, en la esquina de Moneda con Tenderini. La movida era genial, porque él era genial. A la vez era divertida y dura. Y le echamos para adelante sin miedo. Menos mal, porque en los tiempos difíciles, de la censura, muchos años después, nadie nos quitaba lo comido y lo bailado”.

-En el libro dices que le temían más “al llamado de Jovino Novoa que a la dura conversación con el militar de turno, que defendía su uniforme y su puesto, pero te respetaba”.

-Me acuerdo de que en una de las primeras reuniones que tuve cuando regresé del Diego Portales, después de hablar con los militares, tapié las ventanas. Una andaba inquieta y con miedo.

“Fui despedida por Piñera”

Sin embargo, tuvo que pagar un precio: ser despedida de la revista “Master Club” -que fundó junto a María Elena Wood en 1987- un día antes del lanzamiento. Se lo comunicó Sebastián Piñera, quien la creó para competir con “Mundo Diners” y que participaba activamente de las pautas. López cuenta en el libro que lo veía como un empresario conectado a la DC, amante de las revistas -“se leía literalmente todo, «Time», «The Economist», «The Washington Post»- y que “venía siempre en un avión desde algún lugar del mundo y llegaba una hora atrasado”. Y añade: “Lo había llamado Francisco Javier Cuadra, ministro secretario general de Gobierno, que yo estaba vetada por el gobierno militar. Fui despedida al instante”.

Ahora explica: “¡Qué increíble eso! Piñera, simplemente, me dijo que no me querían ahí por haber hecho el tipo de revistas que hice. Es curioso, pero los militares, en el trato de oficina, eran deferentes, aunque llamaran para censurarte. No estamos hablando de cómo se comportaron con los detenidos y los torturados. Los civiles del régimen eran más papistas que el Papa y te trataban mal. Sentían que uno pertenecía a una clase social donde era inconcebible discrepar con el régimen, actitud que ellos consideraban de alta traición. La mayor censura de que fui objeto vino de un civil, Francisco Javier Cuadra”.

Y aunque casi inmediatamente fue “rescatada” por Emilio Filippi (La Época) y Renato Poblete (Hogar de Cristo), el tema aún le da rabia, por muy gaje del oficio que haya sido.

Ingenuidad peligrosa

Fue su bisabuelo Guillermo Helfmann quien protagonizó el nacimiento de la industria de las revistas en Chile a fines del siglo XIX, creando “The Chilean Times” (1879) y “Sucesos” (1902). Sus hijos Gustavo y Federico fundaron 55 publicaciones en Zig-Zag, desde 1919.

López, en 1988, tenía en la cabeza “Caras”. “Verónica, olvídate de sacar revistas, tienes una carpeta en la CNI”, le dijo el abogado y ex senador RN Ignacio Pérez Walker. Y le recomendó hablar con el general Humberto Gordon. Así se enteró de que la tenían fichada por entrevistar “a personas absolutamente contrarias al régimen”, como Gabriel Valdés y Andrés Zaldívar. “No lo podía creer. Mi vida siempre estaría marcada por cierta ingenuidad peligrosa que nunca dejaba de pasarme la cuenta”, dice en el libro.

Lo mismo que le pasó en “Sábado”, de El Mercurio, donde golpearon con artículos como “La seducción vip”, donde Mirko Makari se metía al Lucas Bar y entrevistaba a prostitutas pagándoles.

-¿Crees que esos temas son reflejo de una época o funcionan igual ahora?

-Es lo mismo, nomás. No hemos cambiado nada. Somos tan conservadores, que artículos así seguirían generando el mismo impacto.

-Tú puedes ser considerada una fanática de las revistas. En el libro cuentas cuánto te influyó Paris Match o la Gente, de Argentina.

-¡Sí! El problema de Chile es que siento que las personas siempre están más adelantadas que la sociedad y la prensa. Piensa en las marchas y manifestaciones. La prensa debería dar testimonio de eso, pero no lo hace.

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