Porque genera distancia, dice el académico que habla sobre las contradicciones del racismo.
Por Juan Carlos Ramírez F. (La Segunda, 15 de noviembre de 2017)
El antropólogo italiano Andrea Staid está sentado en el lobby de su hotel de Valparaíso. Delgado, de lentes y camisa estampada, está a punto de salir a dar la charla “Frontera y transcultura: acogiendo al inmigrante”, en Puerto de Ideas. Él es un ejemplo de eso: no sólo publica investigaciones o ensayos, sino que salió el año pasado a la estación de trenes de Milán a enfrentarse con xenófobos que aseguraban -desde Facebook- expulsar a patadas a los inmigrantes sirios que arribarían al país.
“Al final llegaron cinco. No los 5 mil que hicieron like en la red”, dice aún sorprendido. “Fuimos a hacer escudo humano porque como intelectual no sólo debemos apoyar nuestras ideas en teoría, sino en la práctica”.
-El antropólogo urbano Manuel Delgado dice que “en cuanto llamas a tu vecino inmigrante marcas distancia”.
-Y tiene toda la razón. Siempre digo que tenemos que deconstruir la palabra “inmigrante”, porque genera distancia, como una categoría étnica distinta. Es fundamental hacer un trabajo de resignificar, porque son hombres, mujeres y tienen nombres.
-En Chile según datos de la PDI, en 2015, 0,3% de los ilícitos denunciados corresponden a extranjeros.
-Es que si soy italiano y hago un crimen, el autor es Andrea Staid. Si lo hace un senegalés, el que hizo la mala acción según los medios son todos sus compatriotas. Y ese problema racista comienza ya en la escuela. Por eso debemos aprender a educar interculturalmente. Entender que hay diferencias, pero desde una base común.
-Después de los comunistas y musulmanes el inmigrante como nuevo enemigo de Europa es alguien sin poder.
-Tal cual. Y con eso nos negamos a ver el otro como una posibilidad. Pero cuando un partido político pierde los consensos y la gente no quiere participar de la democracia se necesita a alguien para odiar. Y les resultó.
Siempre migramos
Staid tiene claras las contradicciones de su propio país. “Nos olvidamos que los italianos que se van han sido más que los extranjeros que llegan al país. Pensemos en la invasión que llegó a Buenos Aires en los años 20 y 30 que está cambiando la forma de hablar de los argentinos”.
En sus conferencias e investigaciones cuenta que muchas veces les dicen que es verdad, pero que “nosotros siempre migramos para trabajar, no como los que llegan acá que son criminales, terroristas y musulmanes”.
El antropólogo suspira y se toma un respiro, como no creyendo toda esa idiotez. “Hay italianos racistas que olvidan que nosotros exportamos la mafia, la camorra, la mano negra! ¡Asaltaban bancos y mataban gente! Pero como nada es tan malo al mismo tiempo, el discurso del sindicalismo y la solidaridad entre inmigrantes irlandeses o judíos era de los mismos italianos”.
-En Chile, al tener un idioma común es más fácil la solidaridad con peruanos, venezolanos o colombianos, no así con haitianos.
-Ellos son vistos como los diferentes y que hay que segregar. Es como en Italia que a los africanos les dicen: eres migrante, tienes trabajo y ahora cállate. ¡Es increíble! Lo bueno es que inevitablemente en los pueblos fronterizos la gente se organiza y está empezando a ayudarlos, saltándose el Estado. Los xenófobos y racistas no pueden decir ya que esto le sale caro al Estado, porque es la propia comunidad de zonas fronterizas como Lampedusa, que está más cerca de Africa que Italia, la que ayuda. Sus ciudadanos son los primeros en tener claro que nadie se va de su país porque quiere, sino por responsabilidad de los mismos europeos y sus movidas geopolíticas.
“Hay italianos racistas que olvidan que nosotros exportamos la camorra”.