Por J.C. Ramírez Figueroa (9 de febrero 2018, La Segunda)
El escritor y traductor guatemalteco David Unger habla de Nicanor Parra con conocimiento de su obra, pero distancia respecto a su persona.
-¿Qué pensaste cuando te enteraste de su muerte?
-Sinceramente, pensé que a lo mejor paraba de sufrir. No creo que estuviera bien, según las observaciones de algunos amigos que lo vieron a partir de los 100. Vivió una vida completa, y espero que haya muerto satisfecho. Vivió toda una vida, por así decirlo.
Unger cuenta desde Miami que empezó traduciendo “Último brindis” en 1973, gracias a una copia de “Obra gruesa” que lo maravilló. Ese poema terminó en la contratapa de The Massachusetts Review.
En 1978, debido a sus traducciones de Enrique Lihn -de quien sería su amigo-le encargaron traducir una selección de antipoemas para la editorial New Directions que terminaría siendo publicado en 1985 como “Nicanor Parra: Poems and Antipoems”
Todo eso lo relata en el extenso perfil para la revista Paris Reviw titulado “Nicanor Parra, el macho alfa”, publicado hace dos semanas. Allí confidencia que el antipoeta quería que la misión fuera de Allen Ginsberg, pero que él “no estar interesado” y eso decepcionó mucho al antipoeta.
De hecho lo recibía en pijama y sin mucho interés. Algo que Unger intentó no tomárselo personal, debido a la alta estima que le tenía. El texto -que levantó cierta polémica- lo definía como “manipulador” (según la traducción en español de los medios); sin embargo, el término utilizado fue “tinkerer”, cosa que él aclaró en Facebook. “Era perfeccionista, le costaba soltar sus textos porque seguía trabajándolos”. Después del revuelo, Unger escribió que “habría sido mejor guardar silencio”.
Si quieres acceder al texto completo, puedes revisar mi perfil de Academia.edu o escribirme directamente a jcramirezfigueroa [arroba] gmail.com