La lógica tras el caos inducido por el amor o los sorteos puede ser entendida pero no dominada por la ciencia, explica el invitado a Puerto de Ideas.
Por Juan Carlos Ramírez F. (2 de abril 2018, La Segunda)
En teoría, las casualidades y el azar tienen explicación científica. Predicciones, algoritmos, modelos de secuencias funcionan más o menos bien en computadores o programas de inteligencia artificial. Pero cuando “aterrizan” en encuentros, accidentes o llamadas telefónicas en momentos clave se vuelven más áridos.
Así lo cree el matemático de la U. de París Jean-Paul Delahaye, que ofrecerá una charla titulada “Las sorpresas del azar”, en Puerto de Ideas Antofagasta, el 15 de abril. De hecho, romperá el hielo mostrando el curioso fenómeno de un grupo de imágenes que empiezan a mezclarse aleatoriamente pero, llegado un punto, recuperan su orden original para luego seguir mezclándose.
Para el bien o para el mal
“Verdaderamente no controlamos el azar pero podemos descifrarlo”, dice Delahaye. Su blog “Complexites”, papers o libros como “El maravilloso número Pi” (1997) o “Una idea del azar” (2005) profundizan esta visión de la tecnología como “traductor” de fenómenos que nos parecían misteriosos por siglos. “Gracias a las máquinas que hemos creado podemos entender lo que ni el ojo ni la inteligencia humana es capaz de ver”.
“La misma inteligencia artificial opera en torno a las reglas precisas del azar. Y estos sistemas funcionan bastante bien hoy. El análisis estadístico ha sido capaz de extraer información de masas aparentemente desorganizadas y sumergidas de datos aleatorios. Con las técnicas de «minería de datos» nuestras máquinas han avanzado más. Cambridge Analytica es un ejemplo de esta capacidad que ahora tenemos que extraer grandes bases de datos útiles, ¡para el bien o para el mal!”
-Series como “Black Mirror” plantean un problema para el futuro cercano, donde nuestras vidas enteras estarán sujetas al poder del azar.
-Es una fantástica serie que nos ayuda a pensar nuestro futuro y quizá a evitar que se convierta en lo que ella imagina. Pero, sinceramente, la cantidad de posibilidades que involucran a nuestras vidas no cambian con el progreso de la ciencia y tecnología. Y nunca cambiarán. Siempre estaremos sujetos a acontecimientos imprevisibles. El mundo es complejo y nunca podremos dominar matemáticamente la complejidad del mundo.
-¿ Pero internet no modificó la idea que la humanidad tenía sobre el azar?
-Fundamentalmente no. De hecho, el acceso masivo a experiencias de azar se ha vuelto más fácil, gratis y mejor que lanzar una moneda al aire o tirar los dados. En 1946, para encontrar números aleatorios, Rand Corporation sacó un libro con un millón de dígitos decimales. Ahora hay generadores en internet como random.org donde tienes mil millones de alternativas aleatorias.
-¿Y no crees que el amor es una experiencia de azar radical?
-No estoy seguro. Algunos amores son tranquilos y simples, por lo que no provocan demasiado “azar” en las vidas de los involucrados ni en los demás. Otras personas experimentan amores más desesperados y cada momento con ellos es sorprendente, causando caos a su alrededor.
Humanos = Azar ilimitado
El matemático ya tiene preparada su exposición. “Me interesa exponer sobre cómo nosotros, como seres humanos, somos capaces de generar azar ilimitado. Es decir, crear oportunidades infinitas para nuestro actuar”.
El tema no es precisamente simple. Hay leyes de la probabilidad operando: la de Benford y Leoniv Levi. La primera, tiene que ver con por qué “un número aleatorio comienza más a menudo con un 1 que un 2”. La segunda, desarrollada por un informático ruso en los 70, indica que “cualquier dato digital se encontrará más a menudo en secuencias de 000000 que 010110”.
“Pueden parecer extrañas y estructuran profundamente el mundo que nos rodea”, dice. “Históricamente, ha sido la teoría de la probabilidad usada en campos como los seguros de vida, la seguridad nuclear, los juegos. Recién en el siglo XX logramos definir adecuadamente la secuencia aleatoria infinita gracias a Per Martin-Löf y su distinción entre un azar impredecible y un algoritmo capaz de predecir”.