Acaba de lanzar Violeta & Nicanor, la primera obra-investigación centrada en la relación de los hermanos Parra.
Por J.C. Ramírez Figueroa (24 de abril 2018, La Segunda)
Patricia Cerda estaba terminando en Berlín, las revisiones de su nuevo libro “Violeta & Nicanor” (Planeta, 2018) cuando se enteró de que el antipoeta había muerto.
“Hasta ahora me afecta y no sé muy bien cómo procesarlo”, se excusa, sentada en las oficinas de su editorial, en medio de un intenso plan promocional. “Tenía la esperanza que lo leyera y le gustara”.
Es muy probable que él hubiese aprobado este libro, que es tanto novela como investigación; la primera centrada exclusivamente en la relación con su hermana Violeta Parra.
Una obra que se atreve a aproximarse a diálogos como el de la página 443 cuando en enero de 1967 Nicanor la invita a una fiesta para celebrar que “Poemas y Antipoemas” saldría pronto en la editorial neoyorquina New Directions.
“Tienes que venir, no hay excusa que valga”, le insiste el antipoeta. “¿Te acuerdas de las ilusiones que nos hacíamos cuando comenzamos a hacernos conocidos? Sentíamos que estábamos liberándonos”, le dice ella. “Nos liberamos. ¿Y sabes de qué?… De nuestro destino estadístico”, replica él.
Para lograrlo, Cerda -doctorada en Historia, autora de los best sellers “Mestiza” y “Rugendas” y residente en Berlín- visitó Chillán y alrededores, leyó todas las entrevistas, se entrevistó con familiares y recurrió a académicos como Leonidas Morales y Federico Shopf, ambos además amigos de Parra. “Sé que era un riesgo y que podría salir mal. Pero cuando haces una investigación honesta, puedes controlarlo y sacarlo adelante”.
El proyecto inicialmente estaba centrado en Violeta, pero cuando comenzó la investigación en 2016, en la víspera de su centenario, se dio cuenta de que era inseparable de su hermano. “Nicanor Parra estaba en todos lados. Era imposible ignorarlo. Así que decidí unirlos”.
“Nicanor era diplomático; Violeta, pura pasión”
“Violeta & Nicanor” no sólo recrea la relación entre estas dos figuras básicas de la chilenidad, sino también se sumerge en la migración campo y ciudad, con toda la miseria que los marcó. Comienza con la difícil relación con el alcohol de “Nicanor Parra Parra”, como nombraba Nicanor a su padre, “queriendo destacar que es el fundador del clan”. Cuando vivía con su mujer Clarisa Sandoval en San Fabián de Alico. Ella lamentaba la afición de su marido, pero “entendía que tomar vino era para los hombres el equivalente al llanto de las mujeres”. Y termina en 1967 cuando Violeta se suicida.
También habla del machismo que ha perseguido la valoración de Violeta. “Se dice mucho que Violeta Parra sufrió por amor y todo eso. Pero no se habla cómo Violeta salvó a todos los hombres de los que se enamoraba. Esto se lo dije a Isabel Parra y me dijo que sería bueno que se dijera. Violeta convirtió en músico a Gilbert Favré. Al uruguayo Zapicán también lo convirtió en artista; él decía que era tupamaro, pero en realidad estaba escapando de su país”.
Fundamental fue Concepción. “Nicanor fue estrella en los congresos literarios de los 60 y a Violeta la Universidad fue la única que le ofreció una cátedra. Acá se dieron cuenta de que esa cosa colonial, patronal, no funcionaba. Esta zona era de pequeños agricultores que no tenían que darle cuentas a un patrón de fundo como en el Valle Central”.
Sobre las diferencias entre ambos, la escritora tiene una teoría: “Violeta no obedecía a ninguna autoridad. Nicanor era diplomático. Y esa elegancia, que lo hacía no perder jamás la compostura frente a los demás lo hizo sobrevivir. Violeta en cambio, era pura pasión. Pero ambos compartían un secreto: su naturaleza es la que logra triunfar frente a las barreras de clase o económica. Y ese era el talento que termina desordenando todo”.