Por J.C. Ramírez Figueroa (30 de mayo 2018, La Segunda)
“Shaleco”, “shansho”, “shile”. En sus 14 años viviendo en nuestro país, uno de los temas que más ruido le ha hecho a la lingüista griega Christina Haska, son las brechas y distinciones que nos imponemos a la hora de pronunciar ciertas letras como la “ch”. Algo que se corrige si suena como “sh”.
Académicamente el nombre del fenómeno es “Alofonía sociolectal del fonema «ch» del español hablado en Santiago de Chile”. Así se llama la investigación, presentada el jueves pasado en la UC, que es básicamente un estudio sobre variación sociofonética y conciencia sociolingüística de adultos.
“Como extranjera quise indagar sobre la variedad chilena a nivel sociolingüístico. Y ese fonema es un rasgo lingüístico y cultural reconocido por sus propios habitantes”, explica. “Me llama la atención esa baja autoestima de los chilenos sobre cómo hablan. Siempre dicen que hablan mal el castellano, que otros países lo hacen mejor o que hay que pronunciar de determinada manera”.
Explica el fenómeno: “El fonema ‘ch’ del español de Chile cuenta con varias realizaciones fonéticas, una de las cuáles es la variante fricativa ‘sh’. Es decir que la parte oclusiva, el momento de silencio se pierde completamente y predomina la parte de fricción, el momento de ruido, que caracteriza la emisión del sonido”.
-Los profesores te corregían si usabas esta “variante”.
-Varios estudios hechos desde los 70 en Valparaíso, Santiago y ciudades del sur, efectivamente demuestran que la variante ha sufrido connotaciones de un uso estereotípico dentro del habla chilena. Para la mayoría de los chilenos es un indicador de que el que lo usa proviene de un nivel sociocultural bajo y con poco acceso a la educación.
-O que también se distingue el fonema en las clases altas como cuando dicen: “El tetcho”.
-Esta variante “tch” ha sido identificada por otros investigadores como la opuesta a la fricativa “sh”. Y acústicamente se caracteriza por tener una mayor oclusión que fricción. Se relaciona con un grupo sociocultural alto y su pronunciación se ha atribuido principalmente a voces femeninas. Se usaría para alejarse y diferenciarse lo más posible de la clase que, para ellos, habla mal. Es el otro extremo. Mi investigación ha demostrado que también es reconocido por los hablantes del grupo sociocultural medio como un indicio de una habla más exagerada o más esforzada. Es una variable de tipo marcador que eventualmente se puede convertir en una de tipo estereotipo como ha sucedido para la variante fricativa “sh”.
La “correctez” del chileno
-Siempre ha sido más fuerte el “sh”. Hasta en la TV se parodiaba.
-Pero esta actitud lingüística no es característica de todo Chile. En el Norte de Chile y el Norte Chico hacen uso de esta variante sin connotaciones estereotípicas como la que señalas. Es aceptada como típica de su área dialectal. Esta pronunciación viene del español canario, andaluz y americano en general.
-¿Y cuál es la motivación que usarían para discriminar y distinguir?
-Creo que se debe a la actitud del chileno en querer hablar y pronunciar de modo correcto o “prototípico” y alejarse de pronunciaciones que son aceptadas en términos “normativos”. Y esta actitud es algo que se reflejó en mi investigación tanto en los comentarios explícitos de los hablantes como en el uso propio de las variantes que tiende a estandarizarse.
-¿Qué le dirías a alguien que sostiene que hay un castellano correcto que deberíamos hablar los chilenos?
-Respondería con preguntas: ¿Qué se considera correcto y que se considera incorrecto? ¿Hablar con la fricativa “sh”, por qué debería considerarse una manera incorrecta? Eso surgió en mi investigación. Existe una actitud lingüística negativa del chileno sobre su propia variedad. La mayoría piensa que el promedio chileno “habla mal” y que “debería hablar mejor”, comparándose con otras comunidades hispanoparlantes. Yo considero que hablar diferente no necesariamente significa hablar mal.