Mariana Enríquez: “No me gustan esos cementerios que parecen campos de golf” (8 de junio 2018, La Segunda)

La escritora argentina habla sobre niñez, feminismo y fosas comunes. Estas últimas son material de su libro Alguien camina sobre tu tumba

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Por Juan Carlos Ramírez F. (8 de junio de 2018, La Segunda)

Decir que Mariana Enríquez (1973) es “la escritora argentina del momento” (como tituló la edición porteña de la revista “Los Inrockuptibles” en su portada de julio de 2017) es un mote que ella prefiere agradecer y no analizar demasiado.

“Me parece gracioso. Prefiero pensarlo como una especie de logro colectivo: ser mujer, escritora y aparecer en una revista de rock. Por temperamento, no le doy más importancia”, explica un miércoles en la noche, con algo de sueño y preparándose a regresar a Buenos Aires.

En rigor, Enríquez lleva años destacando con sus ensayos en “Radar” de Página/12 (que, además, edita), sus relatos compilados en “Cuando hablábamos con los muertos” (Montacerdos, 2013) o publicados en The New Yorker o Granta y novelas -traducidas al alemán o polaco-, como la última, que se llama “Este es el mar” (Random House, 2016).

“Lo que más me interesa es estar con los lectores y hablar de literatura. Yo no sé de otros temas más allá de lo que opina cualquier persona. No soy una intelectual. Esa idea de la palabra calificada del escritor opinando de todo es perturbadora y elitista”, recalca.

El martes pasado, recién aterrizada en Santiago ofreció la charla «La escritora joven, cómo empecé», organizada por la Cátedra Abierta Roberto Bolaño de UDP. Al otro día hizo un tour por radios dando entrevistas y en la noche presentó en el MAVI la reedición de “Alguien camina sobre tu tumba: Mis viajes a cementerios” (Montacerdos).

Se trata de una colección de crónicas sobre cementerios, que abarcan desde Nueva Orleans a la Patagonia argentina. Todo en un ambiente enrarecido, gótico, perturbador. Como cuando describe las catacumbas de Paris: “Fosas comunes pestilentes, galerías de huesos a la vista: la muerte reinante, obscena, al aire” y la danza macabra: “la imagen medieval, alegórica, de la muerte bailando con los vivos, que remarca su presencia, su efecto igualador, su inevitabilidad”.

-No todos son capaces de entender que los cementerios son lugares estupendos para descansar y estar en paz.

-Si. Los cementerios son lugares bellos. La decadencia y las ruinas tienen gran belleza. No me gustan esos que parecen campos de golf y que intentan ocultar la muerte, que es lo único de lo que tenemos certeza. Vivimos negando la enfermedad y con el pensamiento mágico de que viviendo saludablemente evitaremos la muerte. En los cementerios hay un cierre estético de la vida que me parece más sano que estar negando su fin.

-¿De donde te viene ese interés por el terror y lo fantástico?

-De ninguna parte. Es algo que a la mayoría de los chicos les gusta y está relacionado con el placer de la imaginación y lo físico de la literatura. Es decir, que un texto te asombre, horrorice, emocione. Pero hay un momento en la vida donde una especie de imposición, que no se sabe bien de donde viene, te ordena dejar eso y pasarse a las narrativas respetables: realismo, crónica, autoficción.

-Pero usas ese recurso para hablar de otras cosas como la niñez…

-El género nos ayuda a tener ese filtro de la imaginación y pensar en formas más profundas y atrevidas. Y no en el sentido tonto de “no perder al niño interior”. En esa cosa angelical de la infancia se pierde lo espectral y fantasmal que la rodea. Mi infancia fue en la dictadura argentina, en una familia no militante y escuchaba conversaciones terribles que estaba obligada a no repetir. Y cuando vuelve la democracia habia un montón de textos sobre esos años y las imágenes era demenciales para un chico: cuerpos cayendo desde aviones, fosas comunes que se mesclaban con Indiana Jones. ¡Mis primeros textos de terror fueron sobre la post-dictadura argentina!

Revolución cultural

-En un texto reinvidicaste a Mark Ruffalo como un gusto secreto que los hombres ignoran.

-A Beckam o Brad Pitt no los consideramos lindos; ellos son más bien gustos de hombres. Ruffalo es mucho más sex symbol que Beckham.

E inevitablemente aparece el debate sobre el feminismo. “Es verdad que siempre el tema de fondo es la economía y la clase que nos termina definiendo. Si no se toca eso no se cambia nada. En eso soy media comunista. Pero, es una salida fácil decir que no es relevante el tema del género. Y aunque tiene muchísimas sobrerreacciones y una corrección política que me perturba un poco, estamos efectivamente en un cambio de época.

-Aunque sea menor, el Miss America dejará de mostrar a sus concursantes en bikini.

-El mundo capitalista se reacomoda ante esos cambios culturales. Aunque me importa bastante poco ese concurso. Yo siempre viví y me consideré una feminista que vive en consecuencia: soy independiente económicamente, ejerzo poder como editora de suplemento, no tengo hijos y soy una mujer heterosexual, que tiene fantasías en un espectro arco. En ese sentido soy bastante andrógina. Con este movimiento siento una gran comodidad. No me hace ruido porque parece lo normal. Habrá malas lecturas e injusticia incluso, pero eso pasa cuando se mueven las placas tectónicas. No hay que preocuparse tanto.

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