El chileno radicado en EE.UU. explica la cocina del escritor que es un hit global.
Por Juan Carlos Ramírez F. (15 julio 2015, Tribuna, La Segunda)
Aunque está radicado en EE.UU., el académico Ricardo Gutiérrez Mouat nunca ha perdido la conexión con la literatura en castellano. De visita en Chile -invitado a la cátedra abierta en homenaje a Roberto Bolaño de la UDP- aprovechó de recorrer la capital, seguir los partidos de La Roja y, por supuesto, hablar del autor de “Los detectives salvajes” a una década de su desembarco en el mundo anglosajón.
Dice que lo ha rodeado “un aura legendaria”, especialmente en EE.UU., que deriva de su persona, aunque no necesariamente del Bolaño real de carne y hueso. “Como el perfil de Jonathan Lethem donde se decía que era adicto a la heroína, a partir de un relato que salió en El Mundo en el que el protagonista sí la consumía. Aunque sus problemas hepáticos reales no tenían que ver con eso. Tampoco fue un exiliado político, que es otro de los temas que en EE.UU. se han ventilado para darle un prestigio que le hizo muy bien”.
-¿Esa operación de instalación es típica de la industria literaria estadounidense?
-No es sólo de EE.UU. En España ocurrió en la época del boom , donde se mercantilizó la literatura y se creó la imagen del autor como superestrella. Carlos Fuentes y Vargas Llosa parecían estrellas de cine. No me parece mal, pero estoy seguro de que hay gente que prefiere la figura del escritor en vez de sus libros.
-¿Rompió el estereotipo?
-Fue implantado en los medios como un relevo generacional al tipo de escritor mágico-realista tipo García Márquez… O Isabel Allende. Bolaño fue markeateado en EE.UU. como una mezcla de Jack Kerouac con el Che Guevara. Hay algo que no asocia mucho, pero “Los detectives salvajes” apareció justo para los 50 años de “On the road”. Las editoriales norteamericanas sabían eso y crearon una imagen de Bolaño que se ajustara. Incluso las fotos promocionales no eran del Bolaño de 45 años que escribió la novela, sino de cuando era joven, pelucón y hippie. Y luego con “2666” aparece este perfil de Lethem sobre el exiliado, heroinómano, que sabía que iba a morir y quería terminar esta novela.
Bohemia y sexualidad
-¿Es una forma de colonialismo manipular u obviar estos detalles?
-Es explotar un autor latinoamericano para un público estadounidense y europeo. Hay un artículo de la académica Sarah Pollack donde plantea que el público leyó una novela de temática ajena como “Los detectives Salvajes” o “2666” porque su violencia, bohemia y sexualidad irresponsable acrecentaban el paternalismo de una cultura hegemónica. El lector anglosajón dice: “Ah, típico, así son los latinoamericanos”. Un colonialismo paternal, no político.
-¿Cuanto de responsabilidad tienen los editores?
-Hubo un manejo muy consciente de la imagen de Bolaño. Sus primeros libros traducidos por la editorial New Directions, como “Nocturno de Chile” o “Amuleto”, estaban poco comprometidas económicamente. No pasaba nada si no se vendían. Pero los derechos de “Los detectives salvajes”, que editó Farrar, Straus and Giroux eran más caros.
-¿Bolaño aceptó la operación?
-Pasó 20 años sin que nadie lo reconociera. Se resentía mucho. Y fue creando una ética del fracaso que él la proyectaba con el malditismo. En su última conferencia en Sevilla, seguía presentándose como un rebelde literario, despotricando contra los grandes tirajes o los autores que salen en la tele. Pero él mismo vendía mucho. Claro que estaba consciente del lugar que ocupaba. Aunque tengo dudas sobre la continuidad de la performance bolañonesca. Se va a publicar una novela póstuma, “El espíritu de la ciencia ficción”, pero no le añadirá más cosas al canon.
-Ahora Zambra es el autor “hot” latino.
-He leído por ahí que a Zambra se lo considera el nuevo Bolaño. Me alegro por Zambra, pero creo que este juicio es apresurado y externo. Tiene que ver más con su trayectoria que con su obra, sobre todo con la repercusión muy reciente de un libro suyo allá y con su figuración en The New Yorker. Pienso más bien en Daniel Alarcón, quien también apareció en esa revista hace cinco años. Zambra me gusta, es sutil, eficaz, valora la poesía, su escritura es casi invisible. Pero su estilo es minimalista y el de Bolaño es maximalista, más experimental. Más en clave de una búsqueda narrativa o poética, también más variado. El propio Zambra ha dicho que es imposible etiquetar a Bolaño, aunque no quiero implicar que Zambra sea fácil de encasillar. El delirio de la escritura está en Bolaño, pero no en Zambra, ¿no?
Currículum
Estudió literatura en Duke y Princeton. Hoy es profesor en Emory.
Experto en José Donoso.
Ha publicado libros como “El espacio de la crítica: Estudios de literatura chilena moderna”.