Sergio Campos y sus memorias: «Cuando empiezas a desgranar tu pasado, te impacta»

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El emblemático periodista de Cooperativa recuerda cuando casi lo secuestran y opina sobre la polémica Qué Pasa.

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Por Juan Carlos Ramírez F. 9 de junio de 2016, La Segunda

Cinco veces en 40 años. No es un mal record, la cantidad de veces que el premio nacional de periodismo Sergio Campos se ha quedado dormido. «Es mi reloj biológico. Dejo varias alarmas, pero igual me despierto 5 para las 5 de la mañana», dice bajando de Vía X donde dio una entrevista y ahora toma un expresso doble, sin una pizca de sueño.

Acaba de lanzar sus memorias: «La voz de la radio está llamando» (Aguilar, 2016). Se demoró ocho meses, haciéndose el tiempo entre su trabajo en la Cooperativa, TV Senado y la U. de Chile. »

Campos está conectado. Su whatsapp y twitter -@camposulloa, 30 mil seguidores- es un flujo de alertas con nuevos mensajes. «Yo aprendo de los alumnos más que ellos de mí. ¡Pero no se dan cuenta!» se ríe, mientras maneja su auto hasta el centro. Quiere comprar un ejemplar de su libro para regalárselo a un amigo argentino de paso en Chile.

Don Francisco y Claro

-¿Cuál ha sido tu mayor acierto?

-No haber aceptado buenas ofertas de irme a otros medios. Recibí una oferta de Don Francisco para irme a Radio Gigante. Desistí porque me dijeron que había ciertas aprensiones conmigo.

-¿Por asociarte a una radio opositora a Pinochet?

-Sí. Entonces dije que no. Además, me interesaba mantener el trabajo que hacía. Yo estuve 10 años en Mega y nunca tuve censura. Incluso cuando hubo gente que tenía ojeriza en el canal. Ricardo Claro me dio respaldo.

-¿En serio? Quien lo diría.

-En los aniversarios iba a la viña y me invitaba a conversar y probar un vino delante de todo el mundo, para mostrar ante los demás que existía respaldo. Yo fui uno de los que le dije que filtrar las conversaciones en la Kioto no estuvo bien (el «Piñeragate»).

-¿Te pidió la opinión?

-Sí. Le dije que fue un error porque era el dueño del canal y debería entregar esa información a los periodistas. Me dijo: «Le agradezco porque usted es el único que me ha dicho eso. Hay otra gente que me dijo que estaba bien y después me andaba pelando». Es que no tenía ninguna razón para felicitarlo.

-¿Y tu mayor error?

-Es que uno tiene poco sentido autocrítico. Yo bloqueo los malos momentos. Fue bien terrible escribir el libro, porque cuando empiezas a desgranar tu pasado, te impacta. Uno cree haber asimilado la muerte de Frei o el bombardeo a La Moneda, pero no.

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Temerario

-En el libro detallas las persecuciones de la CNI.

-Una vez cuando salía desde Antonio Bellet, donde estaba la radio, me empezó a seguir un auto. Yo cambié de ruta y me detuve para encararlos. «¿De donde sacaste que te estamos siguiendo, huevón?». «Porque hice un recorrido serpenteado». «Ya, ándate», dijeron. Yo seguí hacia Plaza Ñuñoa. No quería que supieran donde vivía, aunque seguro lo sabían. Mirándolo en contexto, fue muy temeraria mi actitud.

-¿Qué piensas de la presidenta diciendo que no sabía que la radio Zero era de Copesa?

-Lo de Bachelet en radio Zero fue una ironía. Ella tiene asesores que deciden a qué medio da la entrevista. Por eso mismo, posiblemente fue a una radio del mismo conglomerado de Qué Pasa. Sobre ese tema, creo que fue responsabilidad de ambas partes. Por un lado la revista debe facilitarle al lector el contexto y reproducir toda la información, sin guardarse a otras personas mencionadas como Longueira. La presidenta, por otro lado, tiene todo el derecho para defender su honra. Pero recordemos que por su cargo, el gesto puede interpretarse de una manera poco beneficiosa. Lo que hay que tener cuidado es que algunos ahora se las dan de paladines de la libertad de prensa y en la Dictadura no dijeron ni una palabra.

-En Twitter subiste una portada de La Nación donde se titulaba que Piñera la mandó a cerrar.

Campos sonríe, como si fuera una obviedad. En su libro relata cuando el ex presidente fue la radio y de entrada le dijo a él y Verónica Franco -la otra entrevistadora- que a la emisora le «falta una mayor objetividad». Campos lo dejó callado con esta cita: «¿Usted cree que la objetividad existe, presidente? Yo leía a Humberto Maturana y decía que «la objetividad es un afán de poner al otro en la posición de uno»». Y todo fluyó.
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