Lanzó Matar a la Dama de las Camelias, en medio del revuelo por la masacre de Orlando.
Por Juan Carlos Ramírez F. 14 de junio de 2016, La Segunda
Un adolescente, convencido por su padre de su masculinidad, queda desconcertado en las duchas del colegio. Un compañero, al que su profesor bautizó “La Dama de las Camelias” lo mira fijamente. Y esto lo enoja tanto que piensa en matarlo.
Así parte “Matar a la Dama de las Camelias”, escrito por Jorge Marchant Lazcano en 1983. El primer cuento chileno en aparecer en una antología gay internacional: “My deep dark pain is love” (Gay Sunshine Press, EE.UU.)
Se lo envió al editor Winston Leyland, tras ver su correo en una compilación de entrevistas de intelectuales homosexuales. Terminó viajando a Chile a conocerlo. Y finalmente apareció junto a luminarias como el argentino Manuel Puig, el brasileño Rubem Fonseca y el cubano Reinaldo Arenas, entre otros.
En el Chile ochentero esto no se supo. Recién apareció junto a otros cinco cuentos en 1986. En diez días tuvieron que imprimirse dos ediciones. Y aunque Marchant ya era un escritor respetado gracias su novela de 1977 “La Beatriz Ovalle” (que será reeditada por Tajamar), apenas salió en la prensa. Tras décadas descontinuado “Matar a la Dama de las Camelias” es reeditada por Ediciones Caballos Desbocados.
“Era toda una hazaña”
El guionista y escritor, premio Altazor por “Sangre como la mía” (2006), recuerda que en el prólogo se aseguraba que estaban representados los países más “progresistas” en torno al tema gay, independiente de sus gobiernos.
“Era toda una hazaña. Pero yo recibí los ejemplares y me quedé callado. Apenas lo supieron mis íntimos amigos. Tenía 33 años y no me sentía en condiciones de enfrentar a la prensa chilena. Todavía era tiempo de sacarle el quite a la cuestión gay en un país donde prácticamente no se tocaba este tema y el machismo campeaba peor que ahora”.
-¿Está inspirado en experiencias personales?
-Sí. En los años 60, con un profesor que decía tales barbaridades y nadie le ponía atajo. Un antecedente del bullying. Pero por esos años era completamente aceptado que los niños se rieran del “maricón” del curso. Y era tal el miedo que guardaban silencio con sus padres.
Doble discurso
-¿Eres entusiasta o cauto con las muestras de solidaridad tras la masacre de Orlando?
-Soy extremadamente cauteloso. La experiencia por Facebook me hace sentir que hay un doble discurso. A mí el silencio no me sirve. Por eso creo en la visibilidad que yo mismo he asumido como escritor a través de mis textos. No soy un militante ni mucho menos, pero esos contactos heterosexuales que jamás se sienten involucrados ante temas gays, me hacen sentir que evaden el tema de fondo.
-¿De qué forma lo evaden?
-No es gente violenta ni tiene actitudes hostiles contra los homosexuales, pero guardan siempre silencio. Eso me hace sentir que la homosexualidad es algo que les simpatiza pero a lo cual no hay que acercarse demasiado. Si son mujeres, en su mayoría, no parecen tener el apoyo de sus maridos ni de sus hijos. Extraño.
-¿Hay hipocresía en el discurso “tolerante” hacia lo gay?
-Hay que leer entre líneas. Los posteos en redes sociales están llenos de furia homofóbica. Recuerdan a los comentarios que se hacían en los años 80 al inicio del sida. Los homosexuales se lo merecen. Se la buscan. Hay una rabia escondida que es de temer.